Arte y oficio de la divulgación científica
En esta entrada del blog Buhografías del Unicornio
sobre el ejercicio de la divulgación científica, se recogen cuatro columnas
publicadas en el portal colombiano El Unicornio. Homenaje y memoria
confluyen en un hilo que enlaza la experiencia del planetario, el pensamiento
de Carl Sagan, el estilo de Lawrence Krauss y el Encuentro de los divulgadores
colombianos en 2023.
Por Jorge Senior
Serie Buhografías
Contenido:
·
Locos demenciales y locos geniales
o
Publicada
el 25 de mayo de 2020, el día en que el Planetario de Barranquilla (hoy
Combarranquilla) cumplía 25 años de haber sido inaugurado. Un pequeño homenaje
a esa obra que constituye mi legado a la ciudad de Barranquilla y la Región
Caribe.
·
La filosofía humanista de Carl Sagan
o
Publicada
el 3 de abril de 2021, en la cual se esboza una síntesis del pensamiento del
gran divulgador; es una de las columnas más compartida y sintoniza con el lema Ciencia sin cosmovisión es como café sin
cafeína.
·
El electrón cansado o la metáfora en
la divulgación científica
o
Publicada
el 5 de mayo de 2020; en ella se recrea el estilo literario del divulgador
Lawrence Krauss. El lenguaje de la divulgación es el tema.
·
Divulgar ciencia: una vocación que
cambia vidas
o
Publicada
el 8 de diciembre de 2023 a manera de memoria personal del Encuentro Nacional de Divulgadores Científicos convocado por
Minciencias y celebrado una semana antes en Bogotá
Locos demenciales y
locos geniales
Publicada el 25 de mayo
de 2020
“¡Usted es pura teoría y nada de
práctica!” me espetó el extraño sujeto
en medio del público que abarrotaba el recién creado Planetario de Barranquilla
hace 25 años. Yo acaba de terminar una
charla sobre la vida extraterrestre, apegado por supuesto al rigor científico
de la astrobiología. A renglón seguido
el mismo individuo me hizo una invitación, que parecía más bien un desafío:
acompañarlo a un encuentro cercano de tercer tipo con seres
extraterrestres. El convite implicaba
viajar varias horas en campero 4X4, por territorio paramilitar, hasta una zona
rural desconocida por los lados de la depresión momposina. Sobra decir que me perdí semejante
experiencia maravillosa con alienígenas camuflados y probablemente
alienados. Bueno, por algo estoy aquí echando
el cuento. O quizás sí era un fanático
de la ufología, un hobby inocuo que enriquece a unos cuantos y entretiene a una
minoría de ciudadanos, para quienes, quizás, la vida cotidiana no ofrece
demasiados incentivos y sienten un incontenible apetito por lo extraordinario. Sueñan con ser parte de una aventura
hollywoodense y pasear como turistas de negro en el Área 51.
El Planetario de Barranquilla fue
inaugurado el 25 de mayo de 1995, así que desde acá aprovecho para cantarle el
japiverdi por cumplir ¼ de siglo. Hoy
sigue funcionando y puedo decir con orgullo que es nuestro legado a la ciudad
gracias al apoyo infatigable de la Caja de Compensación Combarranquilla. No es entonces un mal momento para conocer su
interesante proceso que puedes leer aquí. Es parte de la historia cultural de
Barranquilla y de la historia de la astronomía en Colombia, pues allí nació la
RAC (Red de Astronomía de Colombia) el 18 de agosto de 1997.
Durante los años en que fui su
director tuve la oportunidad de escuchar a muchos “locos” -no sé si quitarle
las comillas- con las más estrafalarias teorías. Hubo uno que “demostró” que el número pi no
era el irracional 3,14159etc que todos conocemos, sino la raíz cuadrada de
10. Curiosamente, la Biblia comete un
error parecido en 1 Reyes 7:23 con pi = 3 = raíz cuadrada de 9, pero se le
perdona por ser antigua y elaborada por escribanos de un pueblo de
pastores. Al desarrollar nuestro amigo su
“demostración” había un paso que era en realidad un salto maromero. Con serenidad y paciencia, Solín, los allí
presentes le explicamos el error, pero no hubo poder sobre la Tierra que lo
convenciera. Para él, nosotros y miles
de matemáticos, millones de científicos y millardos de Homo Sapiens estábamos equivocados y sólo él había descubierto la
verdad de lo que probablemente era un engaño intencional de superpoderosos en
las sombras. No lo convencerían ni
siquiera los legisladores de Indiana, en Estados Unidos, que en 1897 trataron
de imponer por ley que Pi era 3,2. Y
como suelo decir, al estilo de Estanislao Zuleta, que “la verdad no es
democrática”, él astutamente tomaba mis palabras para usarlas a favor de su
original descubrimiento. Después supe
que era judoka.
En otra ocasión, un señor de
avanzada edad se me presentó con un “libro” de su autoría, que en realidad era
un cuaderno de gran formato, cuidadosamente manuscrito y dotado de hermosos
dibujos hechos con lápices de colores.
El libro contenía su profunda teoría del universo y resolvía los grandes
misterios de la vida. Usaba un método
semejante a ciertos filósofos racionalistas: deducir la verdad a partir de
grandes principios irrefutables e indemostrables, pero evidentes según ellos. Como prueba de la seriedad de su teoría
exhibía un certificado que demostraba que una copia de su libro reposaba en la
biblioteca del congreso de los Estados Unidos.
De los dibujos recuerdo una mata de plátano.
En el planetario hacíamos muchas actividades
diversas, además de las funciones: concursos literarios, olimpiadas de
astronomía, ferias de la ciencia y la creatividad, foros pedagógicos, cursos
para niños, salidas de observación, eventos nacionales, muestras itinerantes,
periodismo científico. Pero lo que
recuerdo con más cariño eran las tertulias científicas de los jueves, conferencias
gratuitas multitudinarias, casi siempre salpicadas con los apuntes y gracejos
del neurólogo Jorge Arregocés. Los
barranquilleros llenaban la sala hasta los topes con la mayor parte de la gente
de pie, todo un fenómeno inusitado en Curramba la Bella, para que vean que no todo
es carnaval.
En varias ocasiones trajimos
científicos colombianos de talla internacional como Sergio Torres Arzayús,
quien hizo parte del proyecto COBE de la NASA que descubrió las anisotropías de
la radiación cósmica de fondo, lo que mereció un premio Nobel a su director,
George Smoot (quien por cierto menciona a Torres en su libro Arrugas en el tiempo donde narra esa
hazaña).
Pues bien, uno de esos invitados
especiales fue el ingeniero payanés Juan Pablo Negret, sobrino del famoso
escultor Edgar Negret, y quien trabajaba en el Fermilab, el superacelerador de
partículas subatómicas ubicado en las cercanías de Chicago, por los lados de
Batavia. Negret fue parte del proyecto
que llevó al descubrimiento del Quark Top, que completó la base empírica del modelo
estándar de la física cuántica. Cuando
estábamos cenando en el restaurante de Combarranquilla, le conté a Negret
algunas de mis anécdotas con los “locos” que solían asistir al planetario. Entonces me dijo unas palabras que quedaron
grabadas en mi cerebro: “si esos locos se hubieran criado en otro contexto
social, proclive a la ciencia, probablemente serían buenos científicos”. Medité mucho esa idea. Colombia tiene
talentos, pero los desperdicia, los malcría, los frustra, los enloquece. #literal.
En Colombia hay que crear uno,
dos, tres, muchos centros de divulgación como este epicentro de la cultura
científica que nació en el barrio Boston de La Arenosa, hace 25 años, donde
quedaba Carlos Dieppa y compañía en la avenida 20 de Julio. Para que nuestros locos geniales no se
vuelvan locos demenciales, como decía mi primo Rodolfo. Para que nuestros niños y niñas no crean que
el máximo sueño es ser un Pibe Valderrama o una Shakira, y aprendan que también
pueden ser un Torres, Negret, Llinás o, ¿por qué no?, una Goodall, un Feynman,
Turing o un Einstein tropical.
La filosofía humanista de
Carl Sagan
Publicada el 3 de abril
de 2021
Es satisfactorio observar que
muchos jóvenes conocen y admiran a Carl Sagan, el gran divulgador científico
que falleció en 1996. Los que tenemos
edad suficiente para haber visto Cosmos en los años ochenta no podemos olvidar
el impacto que nos causó y cómo luego nos llevó a leer sus libros, entre los
cuales se destaca, a mi parecer, El mundo
y sus demonios. En especial esa
parte donde narra la historia de “un dragón en el garaje”. Gente de todas las edades ha visto Contacto, la película protagonizada por Jodie
Foster, basada en la novela del mismo nombre.
Una parte del film fue rodada en el Observatorio de Arecibo, tristemente
destruido el año pasado por la desidia anticiencia del gobierno Trump. En la última década se han emitido dos
secuelas de Cosmos con Neil DeGrasse Tyson y la producción de Ann Druyan.
Sin duda, Sagan fue un destacado
astrónomo y quizás el más importante divulgador de la ciencia en el siglo
XX. ¿Pero podríamos considerarlo un filósofo? Desde luego que el newyorkino no encaja en
las características del típico filósofo profesional. Sin embargo, como el propio Sagan nos
recuerda, “la ciencia es más que un simple conjunto de conocimientos, es una
manera de pensar”. Es difícil exagerar
la profundidad y certeza de esta afirmación que debería ser la columna
vertebral de la educación. Y nuestro
divulgador estrella se caracterizaba precisamente por enseñar toda una
cosmovisión moderna a través de su obra escrita y audiovisual, acorde a la
ciencia actual.
La filosofía de Carl Sagan es
naturalista, humanista, escéptica y romántica.
Creo que se podría resumir en 6 puntos.
1. Somos una especie exploradora,
esa es nuestra naturaleza, producto de la evolución. La ciencia es la forma
cumbre de la exploración y junto con la tecnología nos lleva a nuevas
fronteras.
2. Somos una especie curiosa. La
ciencia es aventura del conocimiento, no debe ser una actividad
mercenaria. Pero la ciencia pura o
básica, finalmente puede llegar a ser ciencia aplicada, práctica y útil.
3. Nuestro cerebro, capaz de
reconocer patrones, de simular la realidad, de anticipar el futuro, de resolver
problemas y de adaptar la naturaleza a la especie, es nuestra arma o
herramienta por antonomasia. El
pensamiento científico es pensamiento crítico y se fundamenta en lógica y
evidencia. De aquí se desprende la
actitud escéptica bien dosificada y sus conclusiones: no hay dios,
sobrenaturaleza, ni padre protector; no hay “más allá”, ni cielo, ni infierno,
ni alma, ni espíritu. Todos son "dragones en el garaje".
4. Estamos librados a nuestras
propias fuerzas, como adultos (esto guarda similitud con la mayoría de edad de
Kant, pues Sagan es también un ilustrado). El peligro de extinción es real. El equilibrio
dinámico del Sistema Tierra es relativamente estable, pero existen amenazas y
la más peligrosa es antropogénica (el propio ser humano). La responsabilidad de nuestra especie para
mantener ese equilibrio dinámico de la vida es un imperativo condicional de
supervivencia.
5. Es preciso democratizar la
ciencia, el conocimiento, el pensamiento crítico, mediante la educación en su
más amplio sentido, para poder estar a la altura de tamaña responsabilidad y
tomar como humanidad las decisiones correctas.
Educación, ciencia, conocimiento son "una luz en la
oscuridad".
6. Principio cosmológico: no
somos nada especial en la naturaleza. El
universo es indiferente a las necesidades y deseos humanos. El cosmos probablemente está pletórico de
vida y, por ende, es probable que exista vida inteligente en muchas partes del
universo (algunas no lo suficiente para evitar la extinción). Cosmopolitismo
cósmico: necesitamos contactar a otras civilizaciones que puedan existir
(proyecto SETI).
Por mi parte no soy tan optimista
sobre la profusión de vida extraterrestre inteligente, pero coincido con su
visión que encaja perfecto en lo que se conoce como humanismo
secular. El humanismo es una sublime
filosofía de vida para adultos no infantilizados, apropiada para un universo
sin dioses, capaz de fundamentar la moral social en una época de cambio
climático, disrupción tecnológica y neoliberalismo implacable.
El humanismo tiene raíces
filosóficas profundas pues viene desde la Grecia clásica, el Renacimiento y el
siglo de la luces. El humanismo secular actual
es expuesto por Mario Bunge en el primer capítulo de Crisis y reconstrucción de la filosofía y por Steven Pinker en el
último capítulo de En defensa de la
Ilustración. La declaración
humanista de 1980 puede leerse aquí.
La más reciente declaración
humanista resume esta visión en seis tesis. (a) El conocimiento del mundo se
deriva de la observación, la experimentación y el análisis racional. (b) Los
humanos son una parte integral de la naturaleza, el resultado de un cambio
evolutivo no guiado. (c) Los valores éticos se derivan de la necesidad y el
interés humano, como se ha comprobado por la experiencia. (d) La realización de
la vida surge de la participación individual al servicio de los ideales
humanos. (e) Los humanos son sociales por naturaleza y encuentran significado
en las relaciones. (f) Trabajar para beneficiar a la sociedad maximiza la
felicidad individual.
El electrón cansado o
la metáfora en la divulgación científica
Publicada el 5 de mayo
de 2020
Una posible manera de definir lo que significa comprender algo
es: “volver familiar lo desconocido”. Al
menos, cuando eso se logra, dá la sensación de que comprendemos, aunque strictu sensu es apenas una
aproximación. Quizás por eso en el
lenguaje de la divulgación científica se utiliza mucho la analogía, el simil,
la comparación, la metáfora.
Un caso ejemplar es el
astrofísico y cosmólogo norteamericano Lawrence Maxwell Krauss, que en su libro
Atom del año 2001 (en español Historia de un átomo, Laetoli, 2005)
hace un notable uso de ese recurso retórico.
En la página 77 trae un párrafo
de ocho renglones que incluye las siguientes palabras, en ese orden: vida, destino, infierno, desesperados,
cocción, vacaciones. ¡Alto!
Deténgase aquí y piense por un momento, ¿de qué pueda estar hablando el autor
en este párrafo?
Este ejercicio lo ofrecí en
varios sitios de facebook, sin mencionar el libro ni el autor, y dio lugar a
una serie de respuestas que en el juego de “frío, frío, caliente, caliente”
tendrían la apariencia de un témpano. Todo
el mundo helado.
El tema era el Big Bang, quién lo creyera. Y en el párrafo había otras palabras como: protones, neutrones, partículas, átomo,
oxígeno, universo, nuclear, minutos, segundos, período. A diferencia de la primera lista, aquí
podemos reconocer conceptos científicos precisos.
La “vida” a que hacía referencia
es la “vida del universo” y el “destino” se refiere a la evolución del
universo. El “infierno” es el propio Big
Bang por su alta temperatura. La “cocción” atañe a las reacciones nucleares
y las “vacaciones” a un período más calmado o menos energético que sobrevino
después de los “desesperados” primeros minutos.
Se construye así una narración que combina lo familiar y cotidiano con
una terminología científica para describir de una manera atractiva un proceso
en curso. Sin embargo, en este caso no
hay una analogía general del fenómeno a la manera de una imagen metafórica,
sino una serie de pequeñas metáforas que salpican el texto con su condimento.
Para no dejarlos con la
curiosidad y que puedan apreciar la sazón literaria de Krauss, éste es el
párrafo:
“Fueran protones o neutrones en
sus inicios, hoy podemos identificar las 16 partículas de nuestro átomo de
oxígeno con partículas concretas, sin relación entre ellas, existentes en el
universo cuando éste tenía unos pocos minutos de vida y a las que sólo el
destino conectó más adelante. Dado el
intenso infierno de los primeros segundos, seguidos de los desesperados minutos
de cocción nuclear, de la que se salvaron algunas partículas mientras otras se
perdían para siempre, el período que siguió podría parecer unas vacaciones
increíblemente largas.”
Por cierto, esas “vacaciones
increíblemente largas” se abordan en el siguiente capítulo, titulado Cien millones de años de soledad. ¿Les suena?
El párrafo en mención y todo el
libro está narrado como una historia de aventuras donde el protagonista es un
átomo individual de oxígeno y los 16 hadrones que constituyen su núcleo. Primo Levi, el famoso escritor judío
superviviente del holocausto, hizo un ejercicio parecido con un átomo de
carbono en su libro El sistema periódico
publicado en 1975.
Toda la obra se basa en una idea
ontológica equivocada: suponer que las partículas, sean subatómicas o átomos,
tienen identidad, algo que no es consistente con la física cuántica. Pero podemos suponer que es una licencia
literaria para desarrollar el truco mayor: hacer una exposición de tipo narrativo
y no descripciones analíticas que pueden resultar aburridas o muy abstractas a
muchos lectores del gran público. Es un
truco que tiene un fundamento psicológico si lo que se quiere es llegar a una
vasta audiencia.
En las páginas 230 y 231 hay otro
párrafo que contiene las siguientes palabras: violenta, despreocupada, valioso, acompañantes, niños, madre,
esclavizados, campos de trabajo, cuerda de presos, bombean, aguijonean,
parientes. Y en el siguiente
aparecen expresiones como “trabajador
explotado” e “inmigrantes”. Y otra vez, ¿de qué estará hablando?
Pues bien, los niños separados de
su madre, esclavizados en campos de trabajo y moviéndose en una hilera de
presos son… ¡los electrones! Son ellos
los que aguijonean a sus parientes, que no son otros que… los protones. Y el trabajador explotado e inmigrante es… el
átomo de oxígeno. La despreocupada y
violenta es una señora reacción química y el valioso es el doctor hidrógeno. El tema, entonces, no es una historia de la
antigua Roma sino la fotosíntesis. ¿Quo
vadis, oxígeno?
Cuando Krauss asegura que “la
respiración es cosa de expertos” se refiere a las bacterias no a los yoguis y
para mostrar el estado químico de reducción en que se encontraba la Tierra hace
más de dos mil millones de años, anuncia que “el planeta entero pedía a gritos
ser oxidado”. El sistema solar se formó
en un disco de acreción acumulativo que lleva a nuestro autor a sentenciar:
“Los ricos se enriquecen y los pobres se empobrecen, lo mismo en los cielos que
en la Tierra”. La pluma del astrofísico
se deleita contando uno de los acontecimientos más poderosos del universo, el
estallido de una supernova: “la mayor parte del resto de la estrella permanece
felizmente ignorante de lo que ha ocurrido; al igual que el coyote, el
personaje de dibujos animados que permanece suspendido en el aire después de andar
o saltar un acantilado, el resto de la estrella todavía no sabe que tiene que
derrumbarse. Y lo cierto es que nunca lo
sabrá.”
El estilo de Krauss me recuerda
una frase del gran bioquímico húngaro Albert Szent-Gyorgy que cita Nick Lane en La cuestión vital: “la vida no es más que un electrón buscando
dónde descansar”. Por cierto, tal frase
fue utilizada por el poeta mexicano Edgar Artaud Jarry (pseudónimo del más
prosaico Edgar Altamirano) para titular uno de sus libros de poesía de la
corriente infrarrealista. ¡Vaya! He aquí
a la flamante poesía copiando a la humilde ciencia. Por eso les digo a mis amigos poetas: ¡que no
te cojan con el electrón cansado!
Concluyo señalando que la
divulgación científica o popularización de la ciencia es un puente con un pilar
en la vida cotidiana y su lengua coloquial y el otro pie en el terreno riguroso
de la ciencia. Constituye, sin duda, un
legítimo “juego de lenguaje” en el sentido del filósofo e ingeniero austríaco
Ludwig Wittgenstein y un exquisito género literario que los ministerios y
burócratas de la cultura desconocen por completo.
No puedo despedir esta columna
sin agradecer a mi amigo Hugo González que un día, antes de abandonar para
siempre al espacio-tiempo, la materia y la energía, compró el libro de Lawrence
Krauss en una librería de Barranquilla sin imaginar que yo habría de heredarlo
para viajar al espacio en una cuarentena e hilvanar una columna en el año de la
peste.
Divulgar ciencia: una
vocación que cambia vidas
Publicada el 8 de
diciembre de 2023
Imagínese que usted es un niño
campesino y andando por la vereda encuentra unas piedras extrañas que se
convierten en su juguete preferido, hasta que un buen día descubre que son los juguetes
más valiosos del mundo: nada menos que fósiles marinos del período devónico. Estamos
hablando de 400 millones de años atrás. La vida, con sus avatares, termina
convirtiéndolo en líder de un proyecto fantástico: convertir a su pequeño municipio
en patrimonio de la humanidad y espectacular destino de turismo ecológico y
cultural, gracias a la riqueza del territorio en fósiles, restos arqueológicos
precolombinos, paisajes, gastronomía, artesanías, flora, fauna y hasta
meteoritos. Esa es la historia de Don Luis
Becerra, que en Floresta, Boyacá,
construyó el Museo de la Vida,
epicentro de muchas dinámicas de divulgación científica, festivales, muralismo,
producción artesanal. Ahora la propuesta es hacer un ecogeoparque para llevar la economía turística al siguiente nivel y
brindar lo mejor al visitante. Yo no sé usted, estimado lector, pero yo sí
pienso ir a conocerlo algún día.
Historias de vida como la de Don
Luis hay muchas en Colombia y tuve oportunidad de admirar algunas la semana
pasada gracias a la invitación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e
Innovación para asistir al Encuentro
Nacional de Divulgadores Científicos, primero de una serie que ya tiene
programado el Gobierno del Cambio. Elisa
Chaparro y su equipo de Minciencias fueron los exquisitos anfitriones.
Por ejemplo, conocí una ingeniera
que enseña robótica a niños especiales en Pasto, un profesor que no enseña sino
que aprende astronomía con niños indígenas en Leticia, una chica que promueve “ciencia pa’l pueblo” (ese es su lema)
desde el Guaviare hasta el Catatumbo, un “cerebrote”
que a través de Youtube enseña a miles de sus colegas docentes a usar
herramientas informáticas, un loco que obtuvo más visualizaciones que la NASA
con sus videos de experimentos porque un día se le ocurrió elevar un globo con
cámara a la estratósfera para fotografiar la curva del globo terráqueo. He ahí
la creatividad del colombiano en todo su esplendor.
Decía Carl Sagan que cuando uno
está enamorado quiere contárselo a todo el mundo. Para señalar enseguida que
tal es la pasión del divulgador científico, enamorado de la ciencia: compartir
con todos la emoción de asombrarse ante las maravillas del universo y atisbar
la hazaña mayor que es la gran aventura del conocimiento humano.
De Tumaco hasta La Guajira, desde
el Chocó hasta Barrancabermeja, de la Tatacoa hasta la tierra de la Titanoboa y
el Perijasaurus,
de Cali a Barranquilla, es increíble la cantidad de personas y colectivos
organizados que hacen (hacemos, porque debo incluirme) divulgación de la física
y la astronomía, la educación ambiental y la biología, la paleontología y la
geología y así toda la gama de las ciencias naturales y sociales. Ni las
matemáticas ni las neurociencias se salvan. Y en mi caso, meto hasta la
filosofía, porque ciencia sin
cosmovisión es como café sin cafeína.
Unos hacen su trabajo de popularización de la ciencia en las
comunidades, directo con la gente, en los territorios. Otros colonizan las
redes sociales o lanzan podcasts para llegarle al público hispanoparlante
global, ya sea desde la identidad regional o en lengua universal. Y aunque
llegan a todas las edades, no hay duda que los niños son el público preferido.
Algunas universidades como Eafit,
CES, El Bosque, la Nacho, los Andes, la Gran Colombia (que fue sede del
evento), hacen comunicación pública de
la ciencia, difundiendo sus resultados de investigación no sólo a pares
sino al público abierto. Es una lástima que Aupec de mi querida Univalle ya no
exista.
Y están también los que hacen periodismo científico en medios de
comunicación. Por ejemplo, Ximena
Serrano, actual directora de la ACPC, que es la Asociación
Colombiana de Periodismo Científico, estuvo presente en un panel junto a Ángela Bonilla, de larga trayectoria en
Colciencias impulsando Publindex, la base de datos de las revistas científicas
colombianas.
Además de planetarios, zoológicos
y jardines botánicos, Colombia tiene también importantes centros de divulgación
científica como Maloka en Bogotá, el Parque Explora en Medellín y el que se
está construyendo en Cali bajo la administración de Jorge Iván Ospina.
Barranquilla, que es puro cemento, por ahora tiene que conformarse con el Planetario
privado que un grupo de ciudadanos fundamos hace 28 años con el apoyo clave de
una caja de compensación.
Entre las muchas iniciativas que
se despliegan en todos los departamentos, además de las ya mencionadas, están
las siguientes: La mecedora de Darwin, Encefalina, Entrespecies, Geófila,
Divulga Colombia, fundación Stellam, Ciencia Sumercé, Aurora, Ciencia Tropical,
Fractales, ScienCES, El Microscopio podcast, Cinde. Muchos jóvenes entusiastas
y algunos veteranos como Germán Puerta o el suscrito que llevamos décadas en
esta gesta persistente. Y por supuesto, debo mencionar a mis cómplices de la
astronomía: Apolinauta, Astrofanáticos, ACDA, Asasac, Asafi, Rato Astronómico,
Astro-Sagan, Urania-Skorpius, Mitote y decenas de grupos que pertenecemos a la Red de
Astronomía de Colombia (RAC) que nació junto al mar, en Solinilla-Salgar-Puerto
Colombia, el 18 de agosto de 1997.
Siguiendo los pasos de la RAC y
de Divulga Colombia, ahora estamos en el proceso de enredarnos, es decir, crear
la red de divulgadores que le imprima sinergia y escale nuestro accionar
comunicativo para democratizar la ciencia en el país de la belleza y potenciar
la cultura científica. Ya nos reconocemos y conectamos. Coincidimos en que la
experiencia más hermosa es cuando nos encontramos con alguien que nos recuerda
que alguna vez impactamos en su ser y transformamos su proyecto de vida. Así es
esta maravillosa labor que, a veces, raya en lo quijotesco y enfrenta en el día
a día el duro reto de la sostenibilidad.
Enhorabuena por Minciencias que
en buena hora convocó a estas iniciativas variopintas para la apropiación social de la ciencia. Ojalá
RTVC se ponga en sintonía con el ministerio para que Colombia sea potencia
mundial de la vida y del conocimiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario