viernes, 2 de febrero de 2024

Periodismo científico: noticias de tecnociencia en 2022

Noticias científicas de 2022

En esta entrada del blog Buhografías del Unicornio recopilamos tres columnas de periodismo científico publicadas en el segundo semestre del año 2022 en el portal colombiano El Unicornio.

 

Por Jorge Senior

Serie Buhografías

 

Contenido:

·         La serranía del Perijá y sus épicos secretos.

o   Publicada el 7 de octubre de 2022; se refiere a un hallazgo de la ciencia colombiana en paleontología y recorre el paisaje de nuestra tierra.

·         Artemisa: ¿vale la pena regresar a la Luna?

o   Publicada el 14 de diciembre de 2022, quincuagésimo aniversario de la última presencia de seres humanos en la Luna y esboza una visión crítica,

·         Las buenas noticias del 2022: tecnociencia en acción

o   Publicada el 30 de diciembre de 2022; recopila y comenta varias noticias científicas del año.

 

 

 

La serranía del Perijá y sus épicos secretos

Publicada el 7 de octubre de 2022

 

Navegando por mis redes pesqué un artículo del Washington Post que me llamó la atención (ver aquí).  Fue publicado el primero de octubre y lo que me atrapó es que afirmaba en su titular que el acuerdo de paz en Colombia llevó al descubrimiento de una nueva especie de dinosaurio.  ¿El acuerdo de paz? Contra lo que un lector colombiano podría sospechar el dinosaurio no era el Centrus Democráticus sino el Perijasaurus lapaz. 

El cuento reforzado de que el acuerdo de paz tenía que ver con este logro paleontológico se lo inventaron los propios investigadores, un equipo liderado por Jeffrey Wilson Mantilla en el marco de una alianza entre la Universidad del Norte y la Universidad de Michigan, al incluirlo en la justificación del nombre con el cual bautizaron a la nueva especie registrada.  Y fue por esa jugadita que el Washington Post lo convirtió en noticia. No es que la noticia científica no tenga valor, pero al ser algo muy técnico no atrae lectores, así que el periodismo le pone picante político para que sepa más sabroso. 

La realidad prosaica es que el fósil de 175 millones de años fue descubierto en 1943 en el municipio de La Paz, la tierra del ruiseñor del Cesar, Jorge Oñate, en las estribaciones de la Serranía del Perijá, cadena montañosa que pertenece a la cordillera oriental y marca la frontera con Venezuela al norte del país. Eso es lo que sustenta el nombre del dinosaurio colombiano: Perijasaurus lapaz, un saurópodo herbívoro parecido a los famosos brontosaurios.  En sus buenos tiempos del Jurásico inferior, este animal de larga cola y largo cuello tenía unos 12 metros de punta a punta y es el único de su tipo encontrado en el norte de Suramérica. A pesar de que sólo se halló una vértebra durante una exploración petrolera de la Tropical Oil Company hace ocho décadas, los científicos actuales pueden calcular el tamaño, inferir sus múltiples características y así clasificarlo en el sistema taxonómico como una nueva especie. 

El hallazgo científico actual no es, entonces, el descubrimiento del fósil sino su clasificación validada como especie nueva, arrojando luz sobre una época de diversificación temprana de los saurópodos en latitudes tropicales.  El artículo original, con varios autores colombianos, fue publicado el 10 de agosto de 2022 en el Journal of Vertebrate Paleontology.  Para hacer su investigación, los paleontólogos colombianos y extranjeros tuvieron que ejecutar, tanto un trabajo sofisticado de laboratorio, como un trabajo de campo en el departamento del Cesar, cerca de la carretera que conduce de La Paz a Manaure. 

Según ellos no había condiciones para ese trabajo de campo antes del acuerdo de paz debido a la presencia guerrillera.  Pero lo cierto es que Perijá no sólo fue territorio del Frente 41 de las FARC, también lo ha sido del ELN, grupo que apenas acaba de reiniciar negociación con el gobierno de Gustavo Petro en esta semana.  Por ejemplo, en agosto de 2020 fue capturado en La Paz un dirigente del Frente José Manuel Martínez Quiroz del ELN que lleva décadas en esa región (ver noticia).  Por esa presencia de los elenos y por el hecho de que la zona de donde proviene el fósil es de baja altitud y fácilmente accesible por carretera, resulta poco creíble que el peace agreement con las FARC haya sido determinante para el proyecto de investigación.  Más bien parece un toque macondiano adrede para condimentar un árido artículo académico y una estrategia para llegarle a un público más amplio.  Y el truco tuvo éxito, pues la prensa colombiana se dedicó a resaltar el hecho que normalmente habría pasado desapercibido.   

Vale recordar que no muy lejos de la zona, un poco más al norte, en la mina carbonífera del Cerrejón en el departamento de La Guajira fue descubierto en 2009 el famosísimo fósil de la serpiente más grande que ha existido, la Titanoboa Cerrejonensis, que pesaba más de una tonelada.  Esta serpiente récord tiene su propia entrada en Wikipedia.  La titanoboa existió en una época mucho más reciente que el perijasaurio, pues data del paleoceno, un período posterior a la extinción de los dinosaurios (hace unos 58 a 60 millones de años).  Pero en ambos casos había un hábitat tropical por lo que sorprende que esos fósiles se conservaran a pesar del calor y la humedad. 

Hemos hablado de dinosaurios y serpientes gigantes, de exploraciones de petróleo y carbón, de las FARC y el ELN.  Y ni siquiera hemos mencionado la riqueza de la cultura vallenata que florece en el plan y en la montaña, en esa tierra exuberante que es el valle encajonado entre dos sierras magníficas.  Ya nombré a uno de sus grandes cantores, el jilguero que falleció el año pasado y que en sus viejos tiempos entonaba “La Paz es mi pueblo, con sus calles raras, donde tanto tiempo allá, canté madrugadas” (óyelo aquí con el acordeón de Miguel López). 

Con la música revoloteando por tus oídos sigues hasta San Diego, tierra de poetas, y brindas en su Café Literario Vargas Vila.  Continúas por la carretera hasta El Desastre, donde los liberales perdieron una cruenta batalla durante la guerra de los mil días. Si subes por la bodega, antes de llegar a Codazzi, atravesarás cafetales y aguacatales hasta que perdido entre las montañas, a más de dos mil metros de altura, de pronto, divisarás un cañón profundo y al otro lado, una visión fantástica en medio de la bruma: la cascada más alta de Colombia, tan alta que no se alcanza a ver donde termina: es La Vela. 

Entiendes entonces lo que sintió Humboldt cuando viajó por América, tal y como lo narra Andrea Wulf en su libro La invención de la naturaleza.  En la cinta Los viajes del viento, con sus majestuosos paisajes, Ciro Guerra apenas nos brinda un atisbo, un sorbo de su magnificencia.

Así es Perijá, tierra ancestral del pueblo Yukpa, de la familia Karib, que antiguamente dominaba toda la cordillera y hoy se ha reducido a menos de 20 mil personas. Un territorio misterioso que entre el páramo de Sabana Rubia y el río Tocaimo de Leandro Díaz encierra el secreto mejor guardado del M-19, un sueño de Carlos Pizarro que un grupo de locos trató de plasmar en la realidad. Un sueño desconocido, como vértebra de un dinosaurio que nunca existió, cuya única pista escrita se encuentra en la autobiografía del Presidente de la República.

 

 

Artemisa: ¿vale la pena regresar a la Luna?

Publicada el 14 de diciembre de 2022

 

El 14 de diciembre de 1972, hace 50 años, Eugene Cernan, fue el último hombre en pisar la Luna.  El pasado domingo 11 de diciembre de 2022 terminó la misión Artemisa I, primer paso hacia el programado regreso del Homo Sapiens a nuestro satélite en esta década.

Una de las preguntas más irreflexivas que he escuchado en mi vida ha sido: ¿por qué la humanidad no volvió a la Luna? Es como si me preguntaran por qué no he ido al polo sur.  Inmediatamente yo respondería: ¿y por qué habría de ir?  Dame una razón por la cual yo debería gastar dinero, tiempo, esfuerzo y asumir riesgos para ir al polo sur del planeta. Una mínima reflexión sobre el asunto indica que la pregunta es inapropiada y que la pregunta correcta debe ser la contraria: ¿por qué volver a enviar astronautas a la Luna?  Semejante esfuerzo no tiene sentido si no hay una justificación para ello.

Queda claro entonces que la primera pregunta es absurda. Y si acaso se utilizara como supuesto argumento de alguna teoría negacionista de la ida a la Luna hace medio siglo, como hacen algunos loquitos por ahí, entonces merecería un calificativo más contundente (sobre tal conspiranoia ver aquí).

Las decisiones racionales, en especial las que involucran inversiones de dineros públicos, obedecen al análisis de costo / beneficio. Un programa de viajes a nuestra vecina orbital tiene un tremendo costo, pero sus beneficios no están para nada claros. En los años 60, Estados Unidos se gastó el 4% de su presupuesto en el programa Apolo. Una enormidad. Se justificó con algunas razones científicas, pero todos sabemos que el fondo real era geopolítico, pues la Unión Soviética estaba ganando la carrera especial: primer satélite, primer ser vivo al espacio (la perrita Laika), el primer hombre al espacio (Yuri Gagarin), primera mujer al espacio (Valentina Tereshkova) y muchos hitos más. 

Estados Unidos le apostó a opacar todas esas victorias comunistas de un plumazo con la más grande hazaña de la especie humana…  y lo logró.  Sólo que el “plumazo” tuvo un costo astronómico (nunca mejor dicho) y sin embargo mantuvo el apoyo políticamente motivado de los contribuyentes – votantes y de los congresistas y presidentes de los dos partidos. No me cabe duda que sin la guerra fría esa grandiosa hazaña aún no se habría logrado, pues todos los objetivos científicos referentes al estudio de nuestro satélite se pueden alcanzar sin necesidad de enviar personas, como hicieron los soviéticos a un costo muchísimo menor, pero sin el efecto político.

Ahora nuevamente aparecen las razones políticas e ideológicas para compensar la precariedad de las razones científicas.  El viejo truco de la “carrera espacial”, ahora con China, no parece suficiente motivación para el contribuyente gringo. Ya no se trata de la lucha contra los “rojos”, sino del género y la raza, los temas identitarios de moda en Norteamérica. La NASA se lavará la cara en materia de corrección política enviando una mujer y un afroamericano en la tripulación del programa Artemisa que el pasado domingo acaba de concluir su primer viaje de prueba -sin astronautas- al parecer con “éxito”.  ¿Ese hecho simbólico tendrá algún impacto en las condiciones de vida de mujeres y afros estadounidenses? Creer tal cosa por ahora parece bastante lunático. No más un dato: los afros son el 13% de la población gringa, pero representan el 35% de los presos en el país que más presos tiene en el planeta.   

La verdad es que el programa Artemisa, una alianza público – privada, anda bastante enredado y con retrasos. Concluido el periplo de Artemisa I sin mayores repercusiones, todo indica que el segundo viaje, también sin tripulación será en 2025 y el que finalmente llevaría humanos se haría, si acaso, en 2028. ¿Y todo para qué?  ¿para ofrecer un espectáculo incluyente? ¿O hay negocio de por medio?

Mariana Mazzucato, la economista de cabecera del presidente Petro, ha defendido en sus libros la idea de un Estado emprendedor, que no sólo regula la economía sino que además la dinamiza.  Y pone como ejemplo estelar al programa Apolo.  Keynes decía que para escapar de la recesión los gobiernos deben inyectar el gasto público en la economía, así sea cavando huecos y volviéndolos a tapar.  En esa misma línea Mazzucato defiende la organización del gasto público por misiones que involucran y benefician al sector privado.  Pero aunque pone como ejemplo la misión a la Luna, ella deja bien en claro que está hablando de misiones terrestres, por ejemplo en la línea de los ODS (Objetivos de Desarrollo sostenibles).  Y en ese marco el mundo tiene prioridades claras en medio ambiente, salud, lucha contra la pobreza, entre los más acuciantes.

Aunque para mí, en lo personal, sería muy emocionante volver a ver -como en mi niñez- el asombroso espectáculo de primates caminando en un cuerpo celeste, lo cierto es que hasta ahora no veo razones válidas para un retorno humano a la Luna. Es cuestión de prioridades. Por ello comparto la visión crítica de científicos como Daniel Altschuler, exdirector del Observatorio de Arecibo que el gobierno de EEUU dejó destruir por desidia en inversiones.

Los programas espaciales, que ya son protagonizados por muchos países, conllevan notables beneficios directos, sin duda.  El sistema satelital es hoy de vital importancia para las telecomunicaciones, la agricultura, la vigilancia ambiental, el estudio de la Tierra y desde luego para asuntos militares. La exploración robótica del sistema solar brinda nuevos conocimientos a un costo relativamente bajo. Lo mismo podemos decir de los telescopios espaciales, aunque el JWST resultó muy oneroso. Pero el horizonte de beneficios del programa Artemisa luce bastante nublado.

En cuanto a beneficios indirectos se habla del “derrame” de innovaciones tecnológicas que dejó el programa Apolo y algunos programas posteriores en nuevos materiales, software, etc.  Sin embargo, no está claro que un programa como Artemisa, que en cierto sentido repasa un camino ya trillado, vaya a ofrecer tales beneficios. Los que sí van a obtener beneficios y muy directos son las grandes corporaciones: Boeing, Northrop Grumman, SpaceX, etc.

En resumen: hay mucha demagogia en la retórica de la NASA sobre la “generación Artemisa” y la “aventura inspiradora”, pero nada concreto y convincente.

 

 

Las buenas noticias de 2022: tecnociencia en acción

Publicada el 30 de diciembre de 2022

 

A la hora de buscar buenas nuevas en este mundo no hay más remedio que otear en la ciencia, la tecnología o las artes. El Unicornio es uno de los pocos portales independientes en Colombia que mantiene un espacio de periodismo científico analítico y al final de cada año hacemos un resumen de lo acontecido y de las perspectivas.

Las grandes transformaciones de la sociedad humana suelen producirse más en el silencio de los laboratorios que en el ruido de los tejemanejes políticos que ocupan mayormente a la prensa y a los propios historiadores. Sin embargo, las revoluciones científicas y tecnológicas a veces sólo son apreciables al cabo de los años, no en la inmediatez.  Actualmente observamos una intensa competencia entre Estados Unidos y China en materia de computación cuántica, inteligencia artificial, big data, fusión nuclear controlada y edición genética, razón por la cual debemos asumir con calma los anuncios de nuevos hitos alcanzados que de vez en cuando cacarean los países con bombos y platillos. 

Asimismo estamos asistiendo a una nueva carrera espacial multinacional.  Por ejemplo, en 2022 hubo 186 lanzamientos al espacio, nuevo récord, matizado con un saldo de 12 fracasos. Esa alta tasa de error de 6,4%, muestra las dificultades que se afrontan, pero no frenan el aceleramiento que viene dándose en lo que alguna vez se llamó “la conquista del espacio”. Para la revista Science la noticia científica del año fue el telescopio espacial James Webb, sobre el cual escribimos una columna a finales del 2021 (ver entrada anterior en este blog). Reconozco la magnitud de la hazaña con este proyecto de más de 10 millardos de dólares, pero el telescopio es el medio, no el fin.  Desde mediados de año ha producido imágenes espectaculares, mas la verdadera noticia será cuando de las observaciones se genere un conocimiento significativamente nuevo, ojalá en 2023. El otro proyecto espacial que se ha magnificado es Artemisa, que aspira a llevar una tripulación humana incluyente a la Luna antes de concluir esta década. Al respecto también escribimos una columna crítica hace poco a raíz del éxito de la primera misión sin tripulación (ver columna anterior en esta entrada). De todas esas hazañas espaciales, quizás la más importante resulte ser la menos publicitada: la misión DART que logró impactar un asteroide y desviarlo de su ruta. Es un primer paso en la mira de la defensa de la Tierra frente a la amenaza improbable -pero no descartable- de una catástrofe cósmica como la que acabó con la mayoría de los dinosaurios y otras especies del Cretácico.

En el campo de la salud hubo múltiples noticias positivas, más alla de la vacunación mundial contra el SARS-COV-2 que salvó entre 14 y 20 millones de personas en 185 países. Las vacunas son, sin duda, uno de los logros más importantes para la humanidad y este año hubo varias novedades. La malaria es la enfermedad tropical de mayor mortalidad, aunque sus cifras se han ido morigerando gracias al uso de toldillos y al mejor manejo clínico. Aún así, en 2021 hubo 247 millones de casos y 619.000 muertos, la mayoría en África, por tanto la necesidad de inventar una vacuna era vital. En Colombia es de ingrata recordación el fiasco de Manuel Elkin Patarroyo que durante años engrupió a más de un periodista. Pues bien, este año empezó a aplicarse la primera vacuna contra la malaria, denominada RTS,S/AS01 Mosquirix. Ya fue aplicada a un millón de niños africanos. A esta buena noticia se le añade que hay una segunda vacuna en camino por parte de la Universidad de Oxford, llamada R21/Matrix-M. Por otro lado, en la India, hoy máxima potencia en este campo, se produjo una nueva vacuna contra el virus del papiloma humano (VPH) y, por ende, capaz de prevenir el cáncer cervical. Lo bueno es que esta vacuna es 10 veces más barata que las existentes, y permitirá en primer término vacunar a unas 200 millones de niñas en ese gigantesco país.

No todo se resuelve con vacunación en la medicina preventiva. La letal enfermedad del gusano de Guinea ha sido prácticamente erradicada gracias a un arma muy poderosa: la educación. Pero mi premio a la noticia del año en ciencias de la salud se lo otorgo al tratamiento contra la leucemia utilizando la técnica CRISPR (ver aquí) para alterar la células del sistema inmune de una niña de 13 años con un excelente resultado. Esto fue posible gracias al cambio político de 2020 en Estados Unidos, lo que permitió que la FDA levantara la prohibición de estudios de edición genética para combatir el cáncer. Ahora las perspectivas en la lucha contra los diferentes tipos de cáncer lucen muy prometedoras.    

Como se puede ver en todas las noticias que hemos comentado, la tecnología juega un papel fundamental en el desarrollo del conocimiento. De ahí que se ha acuñado el término “tecnociencia” para designar el poderoso e inextricable dueto de ciencia y tecnología que marca el mundo de hoy. Un buen ejemplo de tecnociencia es Deep Mind y Meta que están usando la inteligencia artificial para modelar la estructura de millones de proteínas, algo inconcebible hasta hace poco.

La tecnología transgénica en el agro nos trae una información muy positiva desde Filipinas: obtuvieron las primeras cosechas legales de “arroz dorado”, una variedad de este alimento vital en Asia modificado genéticamente para producir betacaroteno, precursor de la vitamina A, en la parte comestible (el grano). La carencia de vitamina A produce ceguera en los niños. Salvar a miles de infantes de la oscuridad no es un logro menor. En contraste, en Sri Lanka, la torpe decisión gubernamental de volcar el país hacia la agricultura llamada “orgánica”, prohibiendo el uso de fertilizantes químicos, llevó a esa nación al desastre, la hambruna y el caos político.

A nivel global la gran noticia es que en el siglo XXI nuestra civilización redujo el área dedicada a la agricultura, gracias a la mayor productividad, según datos publicados este año. La aprobación por la FDA a la producción de carne en laboratorios abre nuevas perspectivas para reducir la ganadería. Ambas novedades son buenas noticias para los ecosistemas y en esa misma línea finalicemos con este dato positivo en un mundo cuya biodiversidad corre peligro extremo: ha habido una espectacular recuperación en la población de 19 especies de mamíferos salvajes en Europa. ¡Todavía hay esperanza!

 

Jorge Senior


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