Noticias
científicas de 2022
En esta entrada del blog Buhografías del Unicornio
recopilamos tres columnas de periodismo científico publicadas en el segundo
semestre del año 2022 en el portal colombiano El Unicornio.
Por Jorge Senior
Serie Buhografías
Contenido:
·
La
serranía del Perijá y sus épicos secretos.
o
Publicada
el 7 de octubre de 2022; se refiere a un hallazgo de la ciencia colombiana en
paleontología y recorre el paisaje de nuestra tierra.
·
Artemisa:
¿vale la pena regresar a la Luna?
o
Publicada
el 14 de diciembre de 2022, quincuagésimo aniversario de la última presencia de
seres humanos en la Luna y esboza una visión crítica,
·
Las
buenas noticias del 2022: tecnociencia en acción
o
Publicada
el 30 de diciembre de 2022; recopila y comenta varias noticias científicas del
año.
La serranía del Perijá
y sus épicos secretos
Publicada el 7 de
octubre de 2022
Navegando por mis redes pesqué un
artículo del Washington Post que me
llamó la atención (ver aquí). Fue publicado el primero de octubre y lo que
me atrapó es que afirmaba en su titular que el acuerdo de paz en Colombia llevó
al descubrimiento de una nueva especie de dinosaurio. ¿El acuerdo de paz? Contra lo que un lector
colombiano podría sospechar el dinosaurio no era el Centrus Democráticus sino el Perijasaurus lapaz.
El cuento reforzado de que el
acuerdo de paz tenía que ver con este logro paleontológico se lo inventaron los
propios investigadores, un equipo liderado por Jeffrey Wilson Mantilla en el marco
de una alianza entre la Universidad del Norte y la Universidad de Michigan, al
incluirlo en la justificación del nombre con el cual bautizaron a la nueva
especie registrada. Y fue por esa
jugadita que el Washington Post lo
convirtió en noticia. No es que la noticia científica no tenga valor, pero al
ser algo muy técnico no atrae lectores, así que el periodismo le pone picante
político para que sepa más sabroso.
La realidad prosaica es que el
fósil de 175 millones de años fue descubierto en 1943 en el municipio de La Paz, la tierra del ruiseñor del
Cesar, Jorge Oñate, en las estribaciones de la Serranía del Perijá, cadena montañosa que pertenece
a la cordillera oriental y marca la frontera con Venezuela al norte del país.
Eso es lo que sustenta el nombre del dinosaurio colombiano: Perijasaurus
lapaz, un saurópodo herbívoro parecido a los famosos brontosaurios. En sus buenos tiempos del Jurásico inferior,
este animal de larga cola y largo cuello tenía unos 12 metros de punta a punta
y es el único de su tipo encontrado en el norte de Suramérica. A pesar de que
sólo se halló una vértebra durante una exploración petrolera de la Tropical Oil Company hace ocho décadas,
los científicos actuales pueden calcular el tamaño, inferir sus múltiples
características y así clasificarlo en el sistema taxonómico como una nueva
especie.
El hallazgo científico actual no
es, entonces, el descubrimiento del fósil sino su clasificación validada como
especie nueva, arrojando luz sobre una época de diversificación temprana de los
saurópodos en latitudes tropicales. El
artículo original, con varios autores colombianos, fue publicado el 10 de
agosto de 2022 en el Journal of
Vertebrate Paleontology. Para hacer
su investigación, los paleontólogos colombianos y extranjeros tuvieron que
ejecutar, tanto un trabajo sofisticado de laboratorio, como un trabajo de campo
en el departamento del Cesar, cerca de la carretera que conduce de La Paz a
Manaure.
Según ellos no había condiciones
para ese trabajo de campo antes del acuerdo de paz debido a la presencia
guerrillera. Pero lo cierto es que
Perijá no sólo fue territorio del Frente 41 de las FARC, también lo ha sido del ELN, grupo que apenas acaba de
reiniciar negociación con el gobierno de Gustavo Petro en esta semana. Por ejemplo, en agosto de 2020 fue capturado
en La Paz un dirigente del Frente José Manuel Martínez Quiroz del ELN que lleva décadas en esa región
(ver noticia). Por esa presencia de los elenos y por el
hecho de que la zona de donde proviene el fósil es de baja altitud y fácilmente
accesible por carretera, resulta poco creíble que el peace agreement con las FARC haya sido determinante para el
proyecto de investigación. Más bien
parece un toque macondiano adrede para condimentar un árido artículo académico
y una estrategia para llegarle a un público más amplio. Y el truco tuvo éxito, pues la prensa
colombiana se dedicó a resaltar el hecho que normalmente habría pasado
desapercibido.
Vale recordar que no muy lejos de
la zona, un poco más al norte, en la mina carbonífera del Cerrejón en el
departamento de La Guajira fue descubierto en 2009 el famosísimo fósil de la
serpiente más grande que ha existido, la Titanoboa Cerrejonensis, que pesaba más de una tonelada. Esta serpiente récord tiene su propia entrada en Wikipedia. La titanoboa existió en una época mucho más
reciente que el perijasaurio, pues
data del paleoceno, un período posterior a la extinción de los dinosaurios
(hace unos 58 a 60 millones de años).
Pero en ambos casos había un hábitat tropical por lo que sorprende que
esos fósiles se conservaran a pesar del calor y la humedad.
Hemos hablado de dinosaurios y
serpientes gigantes, de exploraciones de petróleo y carbón, de las FARC y el ELN. Y ni siquiera hemos mencionado la riqueza de
la cultura vallenata que florece en el plan y en la montaña, en esa tierra
exuberante que es el valle encajonado entre dos sierras magníficas. Ya nombré a uno de sus grandes cantores, el
jilguero que falleció el año pasado y que en sus viejos tiempos entonaba “La
Paz es mi pueblo, con sus calles raras, donde tanto tiempo allá, canté
madrugadas” (óyelo aquí
con el acordeón de Miguel López).
Con la música revoloteando por
tus oídos sigues hasta San Diego, tierra de poetas, y brindas en su Café
Literario Vargas Vila. Continúas por la
carretera hasta El Desastre, donde los liberales perdieron una cruenta batalla
durante la guerra de los mil días. Si subes por la bodega, antes de llegar a
Codazzi, atravesarás cafetales y aguacatales hasta que perdido entre las
montañas, a más de dos mil metros de altura, de pronto, divisarás un cañón
profundo y al otro lado, una visión fantástica en medio de la bruma: la cascada más alta de Colombia, tan
alta que no se alcanza a ver donde termina: es La Vela.
Entiendes entonces lo que sintió
Humboldt cuando viajó por América, tal y como lo narra Andrea Wulf en su libro La invención de la naturaleza. En la cinta Los viajes del viento, con sus majestuosos paisajes, Ciro Guerra
apenas nos brinda un atisbo, un sorbo de su magnificencia.
Así es Perijá, tierra ancestral
del pueblo Yukpa, de la familia Karib, que antiguamente dominaba toda la
cordillera y hoy se ha reducido a menos de 20 mil personas. Un territorio
misterioso que entre el páramo de Sabana Rubia y el río Tocaimo de Leandro Díaz
encierra el secreto mejor guardado del M-19,
un sueño de Carlos Pizarro que un grupo de locos trató de plasmar en la
realidad. Un sueño desconocido, como vértebra de un dinosaurio que nunca
existió, cuya única pista escrita se encuentra en la autobiografía
del Presidente de la República.
Artemisa: ¿vale la pena
regresar a la Luna?
Publicada el 14 de
diciembre de 2022
El 14 de diciembre de 1972, hace
50 años, Eugene Cernan, fue el último hombre en pisar la Luna. El pasado domingo 11 de diciembre de 2022
terminó la misión Artemisa I, primer paso hacia el programado regreso del Homo Sapiens a nuestro satélite en esta
década.
Una de las preguntas más
irreflexivas que he escuchado en mi vida ha sido: ¿por qué la humanidad no volvió a
la Luna? Es como si me preguntaran por qué no he ido al polo sur. Inmediatamente yo respondería: ¿y por qué
habría de ir? Dame una razón por la cual
yo debería gastar dinero, tiempo, esfuerzo y asumir riesgos para ir al polo sur
del planeta. Una mínima reflexión sobre el asunto indica que la pregunta es
inapropiada y que la pregunta correcta debe ser la contraria: ¿por
qué volver a enviar astronautas a la Luna? Semejante esfuerzo no tiene sentido si no hay
una justificación para ello.
Queda claro entonces que la
primera pregunta es absurda. Y si acaso se utilizara como supuesto argumento de
alguna teoría negacionista de la ida a la Luna hace medio siglo, como hacen
algunos loquitos por ahí, entonces merecería un calificativo más contundente
(sobre tal conspiranoia ver aquí).
Las decisiones racionales, en
especial las que involucran inversiones de dineros públicos, obedecen al
análisis de costo / beneficio. Un programa de viajes a nuestra vecina orbital tiene
un tremendo costo, pero sus beneficios no están para nada claros. En los años
60, Estados Unidos se gastó el 4% de su presupuesto en el programa Apolo. Una
enormidad. Se justificó con algunas razones científicas, pero todos sabemos que
el fondo real era geopolítico, pues la Unión Soviética estaba ganando la
carrera especial: primer satélite, primer ser vivo al espacio (la perrita
Laika), el primer hombre al espacio (Yuri Gagarin), primera mujer al espacio
(Valentina Tereshkova) y muchos hitos más.
Estados Unidos le apostó a opacar
todas esas victorias comunistas de un plumazo con la más grande hazaña de la
especie humana… y lo logró. Sólo que el “plumazo” tuvo un costo
astronómico (nunca mejor dicho) y sin embargo mantuvo el apoyo políticamente
motivado de los contribuyentes – votantes y de los congresistas y presidentes
de los dos partidos. No me cabe duda que sin la guerra fría esa grandiosa hazaña aún no se habría logrado, pues
todos los objetivos científicos referentes al estudio de nuestro satélite se
pueden alcanzar sin necesidad de enviar personas, como hicieron los soviéticos
a un costo muchísimo menor, pero sin el efecto político.
Ahora nuevamente aparecen las
razones políticas e ideológicas para compensar la precariedad de las razones
científicas. El viejo truco de la
“carrera espacial”, ahora con China, no parece suficiente motivación para el
contribuyente gringo. Ya no se trata de la lucha contra los “rojos”, sino del género
y la raza, los temas identitarios de moda en Norteamérica. La NASA se lavará la
cara en materia de corrección política enviando una mujer y un afroamericano en
la tripulación del programa Artemisa que el pasado domingo acaba de concluir su
primer viaje de prueba -sin astronautas- al parecer con “éxito”. ¿Ese hecho simbólico tendrá algún impacto en
las condiciones de vida de mujeres y afros estadounidenses? Creer tal cosa por
ahora parece bastante lunático. No más un dato: los afros son el 13% de la
población gringa, pero representan el 35% de los presos en el país que más
presos tiene en el planeta.
La verdad es que el programa
Artemisa, una alianza público – privada, anda bastante enredado y con retrasos.
Concluido el periplo de Artemisa I sin mayores repercusiones, todo indica que
el segundo viaje, también sin tripulación será en 2025 y el que finalmente
llevaría humanos se haría, si acaso, en 2028. ¿Y todo para qué? ¿para ofrecer un espectáculo incluyente? ¿O
hay negocio de por medio?
Mariana Mazzucato, la economista
de cabecera del presidente Petro, ha defendido en sus libros la idea de un
Estado emprendedor, que no sólo regula la economía sino que además la
dinamiza. Y pone como ejemplo estelar al
programa Apolo. Keynes decía que para
escapar de la recesión los gobiernos deben inyectar el gasto público en la
economía, así sea cavando huecos y volviéndolos a tapar. En esa misma línea Mazzucato defiende la
organización del gasto público por misiones
que involucran y benefician al sector privado.
Pero aunque pone como ejemplo la misión a la Luna, ella deja bien en
claro que está hablando de misiones terrestres, por ejemplo en la línea de los
ODS (Objetivos de Desarrollo sostenibles).
Y en ese marco el mundo tiene prioridades claras en medio ambiente,
salud, lucha contra la pobreza, entre los más acuciantes.
Aunque para mí, en lo personal,
sería muy emocionante volver a ver -como en mi niñez- el asombroso espectáculo
de primates caminando en un cuerpo celeste, lo cierto es que hasta ahora no veo
razones válidas para un retorno humano a la Luna. Es cuestión de prioridades.
Por ello comparto la visión crítica de científicos como Daniel Altschuler,
exdirector del Observatorio de Arecibo que el gobierno de EEUU dejó destruir
por desidia en inversiones.
Los programas espaciales, que ya
son protagonizados por muchos países, conllevan notables beneficios directos, sin
duda. El sistema satelital es hoy de vital
importancia para las telecomunicaciones, la agricultura, la vigilancia
ambiental, el estudio de la Tierra y desde luego para asuntos militares. La
exploración robótica del sistema solar brinda nuevos conocimientos a un costo
relativamente bajo. Lo mismo podemos decir de los telescopios espaciales,
aunque el JWST resultó muy oneroso. Pero el horizonte de beneficios del
programa Artemisa luce bastante nublado.
En cuanto a beneficios indirectos
se habla del “derrame” de innovaciones tecnológicas que dejó el programa Apolo
y algunos programas posteriores en nuevos materiales, software, etc. Sin embargo, no está claro que un programa
como Artemisa, que en cierto sentido repasa un camino ya trillado, vaya a
ofrecer tales beneficios. Los que sí van a obtener beneficios y muy directos
son las grandes corporaciones: Boeing, Northrop Grumman, SpaceX, etc.
En resumen: hay mucha demagogia
en la retórica de la NASA sobre la “generación Artemisa” y la “aventura
inspiradora”, pero nada concreto y convincente.
Las buenas noticias de
2022: tecnociencia en acción
Publicada el 30 de
diciembre de 2022
A la hora de buscar buenas nuevas
en este mundo no hay más remedio que otear en la ciencia, la tecnología o las
artes. El Unicornio es uno de los pocos portales independientes en Colombia que
mantiene un espacio de periodismo científico analítico y al final de cada año
hacemos un resumen de lo acontecido y de las perspectivas.
Las grandes transformaciones de
la sociedad humana suelen producirse más en el silencio de los laboratorios que
en el ruido de los tejemanejes políticos que ocupan mayormente a la prensa y a
los propios historiadores. Sin embargo, las revoluciones científicas y
tecnológicas a veces sólo son apreciables al cabo de los años, no en la
inmediatez. Actualmente observamos una
intensa competencia entre Estados Unidos y China en materia de computación
cuántica, inteligencia artificial, big data, fusión nuclear controlada y
edición genética, razón por la cual debemos asumir con calma los anuncios de
nuevos hitos alcanzados que de vez en cuando cacarean los países con bombos y
platillos.
Asimismo estamos asistiendo a una
nueva carrera espacial multinacional.
Por ejemplo, en 2022 hubo 186 lanzamientos al espacio, nuevo récord, matizado
con un saldo de 12 fracasos. Esa alta tasa de error de 6,4%, muestra las
dificultades que se afrontan, pero no frenan el aceleramiento que viene dándose
en lo que alguna vez se llamó “la conquista del espacio”. Para la revista Science la noticia científica del año
fue el telescopio espacial James Webb,
sobre el cual escribimos una columna a
finales del 2021 (ver entrada anterior en este blog). Reconozco la magnitud de la hazaña con este proyecto de más
de 10 millardos de dólares, pero el telescopio es el medio, no el fin. Desde mediados de año ha producido imágenes espectaculares,
mas la verdadera noticia será cuando de las observaciones se genere un
conocimiento significativamente nuevo, ojalá en 2023. El otro proyecto espacial
que se ha magnificado es Artemisa,
que aspira a llevar una tripulación humana incluyente a la Luna antes de
concluir esta década. Al respecto también escribimos una columna
crítica hace poco a raíz del éxito de la primera misión sin tripulación (ver columna anterior en esta entrada). De
todas esas hazañas espaciales, quizás la más importante resulte ser la menos
publicitada: la misión DART que
logró impactar un asteroide y desviarlo de su ruta. Es un primer paso en la
mira de la defensa de la Tierra frente a la amenaza improbable -pero no
descartable- de una catástrofe cósmica como la que acabó con la mayoría de los
dinosaurios y otras especies del Cretácico.
En el campo de la salud hubo
múltiples noticias positivas, más alla de la vacunación mundial contra el
SARS-COV-2 que salvó entre 14 y 20 millones de personas en 185 países. Las
vacunas son, sin duda, uno de los logros más importantes para la humanidad y
este año hubo varias novedades. La malaria es la enfermedad tropical de mayor
mortalidad, aunque sus cifras se han ido morigerando gracias al uso de toldillos
y al mejor manejo clínico. Aún así, en 2021 hubo 247 millones de casos y
619.000 muertos, la mayoría en África, por tanto la necesidad de inventar una
vacuna era vital. En Colombia es de ingrata recordación el fiasco de Manuel
Elkin Patarroyo que durante años engrupió a más de un periodista. Pues bien,
este año empezó a aplicarse la primera
vacuna contra la malaria, denominada RTS,S/AS01 Mosquirix. Ya fue aplicada
a un millón de niños africanos. A esta buena noticia se le añade que hay una
segunda vacuna en camino por parte de la Universidad de Oxford, llamada
R21/Matrix-M. Por otro lado, en la India, hoy máxima potencia en este campo, se
produjo una nueva vacuna contra el virus
del papiloma humano (VPH) y, por ende, capaz de prevenir el cáncer
cervical. Lo bueno es que esta vacuna es 10 veces más barata que las
existentes, y permitirá en primer término vacunar a unas 200 millones de niñas
en ese gigantesco país.
No todo se resuelve con
vacunación en la medicina preventiva. La letal enfermedad del gusano de Guinea
ha sido prácticamente erradicada gracias a un arma muy poderosa: la educación.
Pero mi premio a la noticia del año en ciencias de la salud se lo otorgo al tratamiento contra la leucemia
utilizando la técnica CRISPR (ver aquí) para
alterar la células del sistema inmune de una niña de 13 años con un excelente
resultado. Esto fue posible gracias al cambio político de 2020 en Estados
Unidos, lo que permitió que la FDA levantara la prohibición de estudios de
edición genética para combatir el cáncer. Ahora las perspectivas en la lucha
contra los diferentes tipos de cáncer lucen muy prometedoras.
Como se puede ver en todas las
noticias que hemos comentado, la tecnología juega un papel fundamental en el
desarrollo del conocimiento. De ahí que se ha acuñado el término “tecnociencia” para designar el
poderoso e inextricable dueto de ciencia y tecnología que marca el mundo de
hoy. Un buen ejemplo de tecnociencia es Deep Mind y Meta que están usando la
inteligencia artificial para modelar la estructura de millones de proteínas,
algo inconcebible hasta hace poco.
La tecnología transgénica en el agro nos trae una información muy
positiva desde Filipinas: obtuvieron las primeras cosechas legales de “arroz
dorado”, una variedad de este alimento vital en Asia modificado genéticamente para
producir betacaroteno, precursor de la vitamina A, en la parte comestible (el
grano). La carencia de vitamina A produce ceguera en los niños. Salvar a miles
de infantes de la oscuridad no es un logro menor. En contraste, en Sri Lanka,
la torpe decisión gubernamental de volcar el país hacia la agricultura llamada
“orgánica”, prohibiendo el uso de fertilizantes químicos, llevó a esa nación al
desastre, la hambruna y el caos político.
A nivel global la gran noticia es
que en el siglo XXI nuestra civilización redujo el área dedicada a la
agricultura, gracias a la mayor productividad, según datos publicados este año.
La aprobación por la FDA a la producción de carne en laboratorios abre nuevas perspectivas para reducir la
ganadería. Ambas novedades son buenas noticias para los ecosistemas y en esa
misma línea finalicemos con este dato positivo en un mundo cuya biodiversidad
corre peligro extremo: ha habido una espectacular recuperación en la población
de 19 especies de mamíferos salvajes en Europa. ¡Todavía hay esperanza!
Jorge
Senior
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