NOTICIAS CIENTÍFICAS DEL 2023
En esta entrada del blog Buhografías del Unicornio
se recopilan cuatro columnas de periodismo científico serio publicadas en el
portal colombiano El Unicornio en el año 2023. Predomina la crítica al periodismo
científico inserio.
Por Jorge Senior
Serie Buhografías
Contenido:
·
Sexo,
mentiras y Big Bang
o
Publicada
el 29 de mayo de 2023; en esta columna hay crítica al periodismo científico,
pues muestra como se propaga una mentira con ayuda de los medios de
comunicación.
·
La
guerra fría EEUU vs. China llega hasta los confines del universo
o
Publicada
el 6 de julio de 2023; un extraordinario descubrimiento sobre ondas gravitacionales
en el contexto de la competencia entre dos potencias
·
Noticias
científicas: profusas, confusas y difusas
o
Publicada
el 17 de septiembre de 2023; nueva crítica al mal periodismo científico con
múltiples ejemplos, en especial del periódico El Tiempo.
·
¿Señales
de vida extraterrestre?
o
Publicada
el 21 de septiembre de 2021; se refiere a la astrobiología y la búsqueda de una
segunda biosfera con diversos métodos.
Sexo, mentiras y Big Bang
Publicada el 29 de mayo
de 2023
“Todo lo que diga podrá ser usado
en su contra”. Esta advertencia de película policial gringa tendrá que ser
tenida muy en cuenta por los investigadores científicos. Tal es la lección que
tuvo que aprender en carne propia la astrofísica Allison Kirkpatrick de la
Universidad de Kansas, hace pocos meses.
Ponerse a pensar en asuntos
laborales cuando uno tiene insomnio es un grave error, pero es mucho peor
contarlo a los cuatro vientos. En una publicación de Nature sobre su
investigación con el telescopio espacial James Webb (JWST), Allison
confesó que “a veces me despierto a las
tres de la mañana y me pongo a pensar si todo lo que he hecho está equivocado”.
Esa nota apareció el 27 de julio de 2022 y unos quince días después una amiga
la alertó sobre una noticia que estaba circulando en algunos medios. Se decía
que las observaciones realizadas con el JWST sobre galaxías muy distantes,
refutaban el Big Bang, algo inaudito como se verá más adelante. Y mencionaban
su ‘confesión’ a Nature como muestra de que los científicos habían entrado en
pánico ante el “desmoronamiento de la teoría del big bang”. Todo resultaba tan
absurdo e increíble que Allison no se preocupó, pero la bola siguió escalando y
pronto ocupó hasta la gran prensa.
Allison Kirkpatrick había
subestimado la credulidad del público y sobreestimado la capacidad crítica del
periodismo. Si hasta la negación de la redondez de nuestro planeta, algo muy
fácil de comprobar, moviliza montones de crédulos, ¿cómo no otros temas más
complejos? En estos tiempos de fake news,
pseudociencias, pseudoteorías conspiranoicas y negacionismos anticiencia, la
verdadera ingenua era ella. Hoy por hoy cualquier patraña puede ser creída por
millones, como vimos en la pandemia con el lucrativo bulo de la “plandemia”
(ver aquí
lo que escribí en 2020). No olvidemos que la humanidad ha sido entrenada
durante siglos por las diferentes religiones para creer en fantasías y
leyendas.
Para no ir más lejos, el pasado
26 de mayo el periódico bogotano El
Tiempo, publicó sin avergonzarse, una
noticia que titulaba “Día sin sombra: ¿en qué consiste fenómeno que dejará
a oscuras a país de Latinoamérica?” La nota, firmada por Valeria Castro
Valencia, se refería al día cenital, un fenómeno común que sucede dos veces al
año en la zona intertropical cuando el Sol está en el cenit a mediodía para una
determinada latitud, por lo cual en ese instante nuestra sombra está bajo
nuestros pies debido a la iluminación vertical. Se le denomina el “mediodía sin
sombra”. La periodista Castro, a pesar de entrevistar a expertos que dieron
explicaciones correctas, se inventó un título terrorífico y una introducción
absurda especulando gratuitamente sobre una oscuridad en todo un país durante
todo un día. ¿A cuento de qué habla de “tinieblas” y llama “extraño” a un
fenómeno tan simple? ¿pretendía crear pánico para llamar la atención y atraer
lectores?
No me extraña que El Tiempo acolite tales muestras de
pésimo periodismo, pues el viejo periódico de la dinastía Santos, ahora bajo el
poderío de Luis Carlos Sarmiento Angulo, se ha vuelto extremadamente
amarillista y publica en línea cualquier tontería estrafalaria y llamativa sin
importar que sea verdad o mentira. Pobres lectores de semejante pasquín. Si usted, estimado lector,
quiere comparar, lea esta
nota sobre el día cenital en Barranquilla que escribí en 2021 para Noticias
Coopercom por invitación de Gustavo Bossio. Hoy por hoy los medios alternativos
le damos cátedra de buen periodismo a los tradicionales medios masivos de
comunicación, ellos sí enloquecidos de pánico ante la pérdida de poder
originada en el auge de las redes sociales.
Dejemos las mentiras de El Tiempo
y volvamos a las falsedades internacionales sobre el big bang. El rastreo de lo
sucedido muestra que el epicentro de la mentira fue el negacionista del big
bang, Eric Lerner. Un científico del estilo de Luc Montagnier y Kary Mullis,
que convierten sus disparates en fuente de lucro inventando conspiraciones y
persecusiones, jugando al victimismo. Son como influencers negativos,
habladores de paja rentable. El sujeto tiró el anzuelo y la prensa picó, pues
todo lo espectacular vende.
La realidad prosaica es que los
resultados del JWST detectando galaxias en el espacio profundo, muestran datos
que, como es usual en ciencia, sorprenden y excitan al debate, obligando a los
científicos (como Allison) a ajustar los modelos. En este caso, se trata de los
incipientes modelos de formación de galaxias unos 200 millones de años después
del big bang. Es justo lo que esperábamos del JWST, como dijimos en una columna
cuando este costoso aparato fue lanzado al espacio. Para eso se envió, para que
produjera datos que permitan conocer mejor el universo temprano justo después
de la llamada “edad oscura”. Pero por ninguna parte tales resultados pueden
cuestionar un hecho indiscutible como el inicio de la expansión del cosmos
desde un estado de altísima temperatura y densidad, que es lo que apodamos “big
bang”.
El Big Bang no fue una
“explosión”, eso es sólo una analogía, y tampoco es una teoría como se suele
decir. Es la etiqueta para una familia
de modelos sobre el origen de la expansión cósmica, los cuales se apoyan en
teorías de tres campos de la física: relatividad, cuántica y termodinámica (teorías
que tienen un sustento experimental muy fuerte). Esos modelos cosmológicos
compiten entre sí, pero comparten aspectos fundamentales que ya se encuentran
más allá de toda duda y constituyen conocimiento sólido. Las evidencias
experimentales directas son: la expansión (descubierta hace casi un siglo), la
composición química del universo con predominio de Hidrógeno y Helio, y la
radiación cósmica de fondo, descubierta hace casi 60 años y que ha sido y sigue
siendo estudiada minuciosamente.
¿Y el sexo?, preguntará el lector
impaciente: ¡el título prometía sexo! Esa palabra en el título es un clickbait, un anzuelo para captar
lectores (lo siento). Quise ejemplificarlo, porque los medios de comunicación
viven una epidemia de clickbaits que
tergiversan cualquier noticia con tal de darle espectacularidad. Por ejemplo,
el 23 de mayo, El País de España titula un artículo:
“Según la teoría del big bang no deberíamos existir”, para hablar de un tema
viejísimo: la asimetría de materia y antimateria. Si esa es la prensa dizque
seria, ¿cómo será la inseria?
La guerra fría EEUU vs.
China llega hasta los confines del universo
Publicada el 6 de julio
de 2023
Desde comienzos de la semana
pasada se anunció en medios norteamericanos que el jueves 29 de junio se haría
pública una noticia científica extraordinaria.
Y en efecto así fue: Daniel Reardon, su equipo del NANOgrav y aliados,
publicaron en el Astrophysical Journal
Letter un paquete de siete artículos exponiendo el fascinante hallazgo de
un eco de fondo de ondas gravitacionales
de muy baja frecuencia, un descubrimiento que recuerda la hazaña de Penzias
y Wilson en 1964 al detectar casualmente la radiación cósmica de fondo de
microondas -la prueba definitiva del Big Bang- lo que les mereció el premio
Nobel.
Quizás en esta ocasión las
implicaciones no sean tan revolucionarias –por ahora- pero el grado de
dificultad tecnológica es astronómicamente superior.
Las ondas gravitacionales son
perturbaciones del propio tejido del espacio-tiempo que Einstein predijo en
1916 y que sólo un siglo después, en septiembre de 2015, pudieron ser
detectadas por LIGO, un par de gigantescos dispositivos ultrasensibles de
interferometría láser localizados en dos extremos de Estados Unidos.
Pero en el caso de LIGO y otras
detecciones posteriores en los últimos años, las ondas provenían de colisiones
específicas en cada caso y venían por tanto de una dirección determinada, de
tal modo que se podían localizar los masivos objetos que se fusionaron
violentamente, ya fuesen agujetos negros o estrellas neutrón.
En contraste, la detección
anunciada la semana pasada es completamente diferente en método, tecnología y
resultado. Para empezar, el verdadero “detector” de las ondas no está en la
Tierra y tiene el tamaño de nuestra galaxia, la Vía Láctea. Asombroso, ¿no es
verdad? La estrategia es muy ingeniosa y
consiste en utilizar púlsares a lo largo y ancho de la galaxia. Los púlsares son estrellas neutrón que giran
muy rápidamente como un trompo y botan un chorro de fotones por los polos, y si
el chorro apunta hacia la Tierra en algún instante de su giro, se detecta como
un pulso de luz de suma precisión en los radiotelescopios terrestres. Para la
investigación utilizaron púlsares con cadencia de 30 milisegundos. Algunos de
esos púlsares están en pareja, formando un sistema binario. Se organiza entonces
una configuración de púlsares binarios y ahí viene lo duro. El trabajo que
sigue es muy dispendioso, toca acumular datos durante años y luego se realiza
un procesamiento estadístico extremadamente complicado, pues hay que eliminar
todos los ruidos para determinar ínfimas modulaciones que eventualmente sean
consistentes con las predicciones teóricas.
El resultado fue la detección de
ondas gravitacionales muy tenues que recorren el cosmos en todas direcciones. Advirtamos,
puesto que se trata de estadística, que la probabilidad de un falso positivo es
ligeramente superior a uno en diez mil. Se supone que el origen de esas
perturbaciones del espacio-tiempo son sistemas binarios de superagujeros negros
con las masa de millones de soles que suelen encontrarse en la zona central de
las galaxias activas y que eventualmente se fusionan. Sin embargo, aún quedan
preguntas por resolver y la investigación sigue su curso.
Al que no quiere caldo se le dan
dos tazas, dice el adagio. En este caso sí que queremos el delicioso caldo
cosmológico, pero de todos modos la segunda taza salió publicada al día
siguiente de la primera, de manera sorpresiva. Un equipo que integra a todos
los observatorios de China, liderados por el FAST, que es el radiotelescopio
más grande del mundo, publicó en la revista en línea Research in Astronomy and Astrophysics los resultados de una
investigación similar. En este caso monitorearon púlsares con cadencia de 57
milisegundos durante 41 meses y también detectaron ondas gravitacionales de
baja frecuencia, del orden de nanohercios. Aquí la probabilidad de falso
positivo es de dos en un millón.
En el plano científico a mí me
deja la esperanza de que este método de detección logre pronto la mayor de
todas las hazañas: detectar las ondas gravitacionales primordiales originadas
en el primer segundo del Big Bang. ¡En el primer segundo! Hasta ahora del Big
Bang sólo podemos percibir directamente la radiación cósmica de fondo de
microondas que proviene de la época en que se formaron los primeros átomos de
Hidrógeno, Helio y trazas de Litio y Berilio, esto es, 380.000 años después del
inicio de la expansión del universo. Con la luz no podemos ver más atrás. Pero
con las ondas gravitacionales podríamos llegar hasta el propio estartazo
universal.
En el plano geopolítico éste fue
otro capítulo de la intensa competencia entre China y Estados Unidos por la
supremacía científica y tecnológica, íntimamente ligada a la supremacía
económica. Una competencia que abarca la inteligencia artificial, la
conectividad 5G, la computación cuántica, la fusión nuclear en frío, la
ingeniería genética, la carrera espacial y, como acabamos de ver, la
exploración de las profundidades del universo observable.
Colofón. Durante décadas el Observatorio
de Arecibo, en Puerto Rico, fue el radiotelescopio más grande del mundo con 305
metros. La política anticiencia de la Administración Trump llevó a su
ignominioso derrumbe en 2020, tal y como lo narramos en esta columna.
Mientras tanto, China construía el FAST de 500 metros de diámetro. En Estados
Unidos la ciencia está bajo ataque ideológico por los dos flancos. En China la
conducción del Partido
Comunista tiene perfectamente clara la importancia estratégica de la
ciencia y la tecnología. No me cabe duda que el gigante asiático asumirá el
liderazgo mundial en las próximas décadas.
Noticias científicas:
profusas, confusas y difusas
Publicada el 17 de
septiembre de 2023
La profusión de noticias
científicas (o supuestamente científicas) inunda los medios y las redes por
doquier. Eso debería ser un buen signo. Aparentemente, esa disparada que se ha
pegado el cubrimiento de la novedad científica debería producir ciudadanos más
y mejor informados. Y la cultura científica masiva debería estar brillando en
todo su esplendor. Lamentablemente el efecto real parece ser todo lo contrario.
En medio de toda esta barahunda
noticientífica que viene sobre todo desde los días de la pandemia, lo que ha
resultado es que la ciencia se ha visto golpeada en su imagen, al ser
distorsionada su percepción y horadado su prestigio por la pésima gestión de la
información que hacen los medios de comunicación en competencia con las redes
sociales en el nivel más bajo imaginable. Así como lo está leyendo, estimado
lector, sostengo que el periodismo está
perjudicando a la ciencia y, por tanto, a la sociedad que hoy depende tanto de
ella.
La masificación de Internet
cambió las reglas de juego del periodismo. La prensa de papel solía tener en
cada país los inevitables tabloides amarillistas, pero antetodo poseían un
predominante sector de periodismo serio y prestigioso que cuidaba con celo su
credibilidad. El periodismo amarillista no se basaba en la verdad ni en la
credibilidad, sino en el morbo, el entretenimiento y la espectacularidad. El
surgimiento de las redes sociales y los smartphones
de bolsillo generaron un omnipresente mercado
de la atención, objeto de una competencia desenfrenada por los clicks, los likes y los “vistos”. La vieja prensa se vio en peligro de
extinción y se adaptó al nuevo juego, a costa de mandar para el carajo la
seriedad y la credibilidad de otrora. Los grandes medios montaron versiones
digitales parcialmente gratuitas, pero saturadas de avisos publicitarios que
asaltan al lector, y se entregaron por completo al amarillismo sin tapujos.
En ese contexto las noticias
relacionadas con la ciencia, ligadas a lo extraordinario por su naturaleza,
resultaron ser una cantera fácil para crear clickbaits
(títulos mentirosos que actúan como anzuelos) y convertir lo serio en un número
de circo apetitoso para la galería. Lo importante es atrapar lectores, generar
comentarios y reacciones cuantificables para vender publicidad, que es la
médula del negocio.
Una vez se genera esa dinámica,
las propias fuentes de información entran en el juego. Cuando no es que los
medios se dejan instrumentalizar por los estafadores, especialistas en
descrestar al público y vivir del cuento, entonces se trata de las propias
instituciones supuestamente serias que igual buscan ser centro de atención y
sacar provecho del rating. Así vemos
en estos días el tremendo despliegue sobre ovnis y extraterrestres producido
por un revoltijo de protagonistas que mezcla en santa alianza a personajes
estrafalarios, negociantes de la mentira, con la NASA, el Congreso de Estados
Unidos y el de México. Todos a una, como en Fuenteovejuna, creando falsas
expectativas sobre supuestas “pruebas” de visitantes extraterrestres, tan
burdos como los meñequitos de las películas “Hombres de negro”. Información
confusa y difusa que circula de manera profusa, para beneplácito de toda la
industria de la información y la desinformación.
O vayamos a un ejemplo cercano.
El periódico El Tiempo se supone que es el medio escrito más importante de
Colombia. En la reciente encuesta no aleatoria de Cifras y conceptos aparece como el medio escrito más consultado por
los “líderes de opinión”. Sin embargo,
El Tiempo viene cayendo en barrena, principalmente en su versión digital
gratuita, publicando todo tipo de “información” basura donde se mezcla lo
sobrenatural o mágico con lo que se supone es científico.
Por ejemplo, le dan gran
despliegue a las “superlunas” azules, rojas, amarillas, verdes y todavía le
falta la luna fucsia. En el origen de la noticia hay un evento astronómico
común, pero educar sobre eso no les interesa. Y posiblemente a la masa que los
lee tampoco le interesa aprender. Entonces implementan el truco de convertir un
evento anodino en algo supuestamente espectacular, con fantásticas
connotaciones mágicas y que se presta para rituales de sanación, buena suerte o
lo que sea.
El 6 de septiembre El Tiempo
anunció que “científicos descubren planeta similar a la Tierra escondido en el
Sistema Solar”. ¡Mentira! No se trataba de un descubrimiento sino de una
hipótesis basada en simulaciones de computador. Poco antes, el 31 de agosto,
anunciaron que “científicos revelan que el objeto interestelar del Pacífico
tiene material extrasolar”. El asunto da un poco de risa, porque es de
Perogrullo que si de verdad es “interestelar” entonces debe tener “material extrasolar”.
La realidad de la noticia es mucho más parca y vieja. El supuesto objeto no es
tal, sino un meteoro detectado en 2014 con una velocidad tan alta que sugiere
que podría ser de origen interestelar. Pero nunca se ha encontrado el objeto
que El Tiempo asegura puede “cambiar la vida en la Tierra” (dicho en otro
artículo el 12 de agosto). Un famoso científico descrestador aprovechó el dato
para desplegar una espectacular expedición con bombos y platillos (no
voladores) y ahora dice haber encontrado unas esférulas (bolitas) con una
combinación de metales poco frecuente que, según él, serían de fuera del
Sistema Solar. Y en medio de la perorata suelta frases que inducen a pensar que
no sólo son “extrasolares” sino además artificiales, o sea de tecnología alienígena
de película. Este mismo científico aparece en otras historietas de
extraterrestres. El Tiempo traga entero.
El 16 de agosto El Tiempo titula:
“Científicos encuentran partícula del demonio”, pero no se trataba propiamente
de una partícula y lo del “demonio” fue un apodo de cuando fue teorizada y
ahora cae perfecto para vender publicidad. Y así se la pasan, buscando el lado
inserio a lo serio, pues es lo inserio lo que vende. Desafortunadamente esto no
es problema exclusivo de El Tiempo, sino una epidemia de amarillismo que se ha
apoderado del periodismo científico para mal de la ciencia.
Otras noticias serias han sido
mal manejadas, como la de los científicos que “detuvieron la luz”, la del
núcleo terrestre que reversó su rotación (falso, es una tergiversación), los
rayos gamma del Sol, el muón g-2, superconductores a temperatura ambiente, la
duplicación de la edad del universo o la que expliqué más a fondo en la columna
Sexo, mentiras y
Big Bang.
¿Señales de vida
extraterrestre?
Publicada el 21 de
septiembre de 2023
La más extraordinaria noticia
científica de todos los tiempos se dará el día en que se descubra alguna forma
de vida fuera del planeta Tierra. El fascinante tema de la vida extraterrestre
se puede estudiar científicamente, a diferencia de lo que hacen los “ufólogos”,
que son simples estafadores, como el señor Maussan que convirtió la Cámara de
Diputados de México en el hazmerreír del mundo hace pocos días.
La astrobiología es la ciencia que estudia la posible vida fuera de la
Tierra y constituye el puente hacia lo que podría llamarse “biología
universal”. Por ahora la biología es una ciencia parroquial o doméstica, por
decirlo así, pues su campo de estudio es un caso único: la biosfera terrestre y
sus 4 millardos de años de historia. Para universalizar la biología el primer
paso sería descubrir otra vida en nuestro Sistema Solar, puesto que entonces se
podrían estudiar muestras. Y el segundo paso, que quizás podría suceder antes
que el primero, es descubrir señales de vida en exoplanetas, que es como se denominan los planetas de otros
sistemas solares. Y la buena noticia, amigo lector, es que quizás ya se
descubrió la primera señal de vida, pero eso se los comento más adelante.
Primero hablemos de nuestro Sistema
Solar. En este vecindario celeste hay varios candidatos a albergar formas de
vida. Está el planeta Marte, por
supuesto, el más parecido a la Tierra, donde hubo ríos y océanos de agua
líquida en otras épocas. El planeta rojo ha sido explorado en las últimas
décadas con satélites, rovers con brazos excavadores y hasta con un pequeño helicóptero
llamado Ingenuity. Hasta ahora todo es promesa. La vida
marciana, si es que la hay, no está a flor de piel.
El otro vecino es Venus, aparentemente más inhóspito que Marte,
por su alta temperatura producida por un efecto invernadero intenso en su densa
atmósfera. Sin embargo, es precisamente en su atmósfera donde un equipo de
astrónomos utilizando los telescopios ALMA en Chile y el James Maxwell en
Hawái, informó en 2020 haber detectado fosfina,
que en la Tierra es producida por microbios anaeróbicos. Una de las líneas de
investigación de la astrobiología es el
estudio de bacterias extremófilas, capaces de sobrevivir en ambientes extremos.
Sirve para tener en cuenta la más amplia gama de ambientes donde puede haber
vida. Y la fosfina se detectó en una zona no tan caliente de la atmósfera
venusiana, así que el hallazgo parecía prometedor. Cualquier molécula que sólo pueda ser
producida por procesos biológicos se considera un biomarcador o biofirma. Y
cuando hablamos de señales de vida nos referimos precisamente a la detección de
biomarcadores. Ese era el caso de la fosfina. Entonces se puso en juego una
característica de la ciencia: la replicabilidad.
Distintos grupos de investigadores intentaron replicar la detección de fosfina
en Venus y el resultado fue negativo. El notición de posible vida en Venus se
desinfló, resultó ser un falso positivo.
Otros lugares que podrían ser
aptos para la vida son los océanos bajo hielo de Europa, una luna de Júpiter, o en los satélites de Saturno, Titán y Encelado. De seguro estos sitios serán explorados en el segundo
cuarto del siglo XXI.
El otro frente de búsqueda es
mucho más lejano, pero con más opciones: los planetas que orbitan otras
estrellas en nuestra región de la galaxia. Desde 1995 se han descubierto más de
5.500 planetas extrasolares utilizando dos métodos, el efecto Doppler y el
tránsito o eclipse parcial. Casi la mitad de esos exoplanetas han sido
descubiertos por medio del telescopio espacial Kepler. Eso prueba que los
sistemas planetarios son muy comunes, por lo que el número de planetas en el
universo observable debe ser del orden de cuatrillones. Así que por improbable
que sea la vida, hay un buen chance de que exista en muchos lugares del
cosmos.
Aquí es donde viene la reciente
noticia que entusiasma a muchos: la detección por medio del telescopio espacial
James Webb de la molécula Dimetilsulfuro
(DMS) en la atmósfera del planeta hiceánico K2-18b a 124 años luz de distancia
(eso es relativamente cerca). Un mundo “hiceánico” es un planeta con atmósfera
de hidrógeno y océanos de agua líquida (la palabreja viene de hidrógeno y
océano). En la Tierra el dimetilsulfuro es producido sólo por el fitoplancton,
así que se le considera un biomarcador, aunque siempre cabe la posibilidad de
que sea resultado de un proceso no biológico desconocido. Se necesitaría más de
un indicio para afirmar con suficiente seguridad que hemos encontrado vida
extraterrestre. Así que la investigación sobre este planeta K2-18b continuará
ante la expectativa de científicos y ciudadanos en general.
Hay otros frentes en esta
aventura, pero tienen que ver con algo más complejo que la mera vida: la
existencia de civilizaciones tecnológicas no humanas. En esta línea de
investigación se procura detectar señales en el espacio con características de
producción artificial o encontrar en la Tierra evidencias de visitantes
alienígenas en el presente o en el pasado. En esta última opción abundan los
charlatanes y los falsos positivos, sin que hasta ahora se haya encontrado
evidencia contundente alguna. En la primera opción sí predomina la
investigación seria, como el famoso el proyecto SETI que se desarrollaba en el
desaparecido Observatorio de Arecibo (ver columna). Sobre eso
me sucedió una anécdota: cuando llegué a Puerto Rico y dije en la aduana que
iba para el Observatorio de Arecibo, el funcionario sonrió y me dijo con sorna:
“ah, viene a hablar con los extraterrestres”.
La vida es un fenómeno natural y
así como surgió en la Tierra puede haberse generado en otros planetas, quizás
con algunas variantes, por ejemplo con otra selección de aminoácidos. Su
proceso de formación en la Tierra joven sigue siendo investigado y cada vez
estamos más cerca de la respuesta. La hipótesis más fuerte es que se originó en
inmediaciones de las fumarolas alcalinas en el fondo del océano. Si el lector
quiere conocer más al respecto lo invito a leer en mi blog La mirada del Búho,
la entrada
sobre el origen de la vida.
Coletilla: desde esta columna El
Unicornio felicita a la física colombiana Paola Pinilla, ganadora del premio Breakthrough
por un trabajo en equipo sobre un tema relacionado con esta columna: la
formación de sistemas planetarios.
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