viernes, 2 de febrero de 2024

Periodismo científico con visión crítica: noticias de 2023

 NOTICIAS CIENTÍFICAS DEL 2023

En esta entrada del blog Buhografías del Unicornio se recopilan cuatro columnas de periodismo científico serio publicadas en el portal colombiano El Unicornio en el año 2023. Predomina la crítica al periodismo científico inserio.

 

Por Jorge Senior

Serie Buhografías

 

Contenido:

·         Sexo, mentiras y Big Bang

o   Publicada el 29 de mayo de 2023; en esta columna hay crítica al periodismo científico, pues muestra como se propaga una mentira con ayuda de los medios de comunicación.

·         La guerra fría EEUU vs. China llega hasta los confines del universo

o   Publicada el 6 de julio de 2023; un extraordinario descubrimiento sobre ondas gravitacionales en el contexto de la competencia entre dos potencias

·         Noticias científicas: profusas, confusas y difusas

o   Publicada el 17 de septiembre de 2023; nueva crítica al mal periodismo científico con múltiples ejemplos, en especial del periódico El Tiempo.

·         ¿Señales de vida extraterrestre?

o   Publicada el 21 de septiembre de 2021; se refiere a la astrobiología y la búsqueda de una segunda biosfera con diversos métodos.

 

 

Sexo, mentiras y Big Bang

Publicada el 29 de mayo de 2023


“Todo lo que diga podrá ser usado en su contra”. Esta advertencia de película policial gringa tendrá que ser tenida muy en cuenta por los investigadores científicos. Tal es la lección que tuvo que aprender en carne propia la astrofísica Allison Kirkpatrick de la Universidad de Kansas, hace pocos meses.

Ponerse a pensar en asuntos laborales cuando uno tiene insomnio es un grave error, pero es mucho peor contarlo a los cuatro vientos. En una publicación de Nature sobre su investigación con el telescopio espacial James Webb (JWST), Allison confesó  que “a veces me despierto a las tres de la mañana y me pongo a pensar si todo lo que he hecho está equivocado”. Esa nota apareció el 27 de julio de 2022 y unos quince días después una amiga la alertó sobre una noticia que estaba circulando en algunos medios. Se decía que las observaciones realizadas con el JWST sobre galaxías muy distantes, refutaban el Big Bang, algo inaudito como se verá más adelante. Y mencionaban su ‘confesión’ a Nature como muestra de que los científicos habían entrado en pánico ante el “desmoronamiento de la teoría del big bang”. Todo resultaba tan absurdo e increíble que Allison no se preocupó, pero la bola siguió escalando y pronto ocupó hasta la gran prensa.

Allison Kirkpatrick había subestimado la credulidad del público y sobreestimado la capacidad crítica del periodismo. Si hasta la negación de la redondez de nuestro planeta, algo muy fácil de comprobar, moviliza montones de crédulos, ¿cómo no otros temas más complejos? En estos tiempos de fake news, pseudociencias, pseudoteorías conspiranoicas y negacionismos anticiencia, la verdadera ingenua era ella. Hoy por hoy cualquier patraña puede ser creída por millones, como vimos en la pandemia con el lucrativo bulo de la “plandemia” (ver aquí lo que escribí en 2020). No olvidemos que la humanidad ha sido entrenada durante siglos por las diferentes religiones para creer en fantasías y leyendas.

Para no ir más lejos, el pasado 26 de mayo el periódico bogotano El Tiempo, publicó sin avergonzarse, una noticia que titulaba “Día sin sombra: ¿en qué consiste fenómeno que dejará a oscuras a país de Latinoamérica?” La nota, firmada por Valeria Castro Valencia, se refería al día cenital, un fenómeno común que sucede dos veces al año en la zona intertropical cuando el Sol está en el cenit a mediodía para una determinada latitud, por lo cual en ese instante nuestra sombra está bajo nuestros pies debido a la iluminación vertical. Se le denomina el “mediodía sin sombra”. La periodista Castro, a pesar de entrevistar a expertos que dieron explicaciones correctas, se inventó un título terrorífico y una introducción absurda especulando gratuitamente sobre una oscuridad en todo un país durante todo un día. ¿A cuento de qué habla de “tinieblas” y llama “extraño” a un fenómeno tan simple? ¿pretendía crear pánico para llamar la atención y atraer lectores?

No me extraña que El Tiempo acolite tales muestras de pésimo periodismo, pues el viejo periódico de la dinastía Santos, ahora bajo el poderío de Luis Carlos Sarmiento Angulo, se ha vuelto extremadamente amarillista y publica en línea cualquier tontería estrafalaria y llamativa sin importar que sea verdad o mentira. Pobres lectores de semejante pasquín. Si usted, estimado lector, quiere comparar, lea esta nota sobre el día cenital en Barranquilla que escribí en 2021 para Noticias Coopercom por invitación de Gustavo Bossio. Hoy por hoy los medios alternativos le damos cátedra de buen periodismo a los tradicionales medios masivos de comunicación, ellos sí enloquecidos de pánico ante la pérdida de poder originada en el auge de las redes sociales.

Dejemos las mentiras de El Tiempo y volvamos a las falsedades internacionales sobre el big bang. El rastreo de lo sucedido muestra que el epicentro de la mentira fue el negacionista del big bang, Eric Lerner. Un científico del estilo de Luc Montagnier y Kary Mullis, que convierten sus disparates en fuente de lucro inventando conspiraciones y persecusiones, jugando al victimismo. Son como influencers negativos, habladores de paja rentable. El sujeto tiró el anzuelo y la prensa picó, pues todo lo espectacular vende.

La realidad prosaica es que los resultados del JWST detectando galaxias en el espacio profundo, muestran datos que, como es usual en ciencia, sorprenden y excitan al debate, obligando a los científicos (como Allison) a ajustar los modelos. En este caso, se trata de los incipientes modelos de formación de galaxias unos 200 millones de años después del big bang. Es justo lo que esperábamos del JWST, como dijimos en una columna cuando este costoso aparato fue lanzado al espacio. Para eso se envió, para que produjera datos que permitan conocer mejor el universo temprano justo después de la llamada “edad oscura”. Pero por ninguna parte tales resultados pueden cuestionar un hecho indiscutible como el inicio de la expansión del cosmos desde un estado de altísima temperatura y densidad, que es lo que apodamos “big bang”.

El Big Bang no fue una “explosión”, eso es sólo una analogía, y tampoco es una teoría como se suele decir. Es la etiqueta para una familia de modelos sobre el origen de la expansión cósmica, los cuales se apoyan en teorías de tres campos de la física: relatividad, cuántica y termodinámica (teorías que tienen un sustento experimental muy fuerte). Esos modelos cosmológicos compiten entre sí, pero comparten aspectos fundamentales que ya se encuentran más allá de toda duda y constituyen conocimiento sólido. Las evidencias experimentales directas son: la expansión (descubierta hace casi un siglo), la composición química del universo con predominio de Hidrógeno y Helio, y la radiación cósmica de fondo, descubierta hace casi 60 años y que ha sido y sigue siendo estudiada minuciosamente.

¿Y el sexo?, preguntará el lector impaciente: ¡el título prometía sexo! Esa palabra en el título es un clickbait, un anzuelo para captar lectores (lo siento). Quise ejemplificarlo, porque los medios de comunicación viven una epidemia de clickbaits que tergiversan cualquier noticia con tal de darle espectacularidad. Por ejemplo, el 23 de mayo, El País de España titula un artículo: “Según la teoría del big bang no deberíamos existir”, para hablar de un tema viejísimo: la asimetría de materia y antimateria. Si esa es la prensa dizque seria, ¿cómo será la inseria?

 

 

La guerra fría EEUU vs. China llega hasta los confines del universo

Publicada el 6 de julio de 2023


Desde comienzos de la semana pasada se anunció en medios norteamericanos que el jueves 29 de junio se haría pública una noticia científica extraordinaria.  Y en efecto así fue: Daniel Reardon, su equipo del NANOgrav y aliados, publicaron en el Astrophysical Journal Letter un paquete de siete artículos exponiendo el fascinante hallazgo de un eco de fondo de ondas gravitacionales de muy baja frecuencia, un descubrimiento que recuerda la hazaña de Penzias y Wilson en 1964 al detectar casualmente la radiación cósmica de fondo de microondas -la prueba definitiva del Big Bang- lo que les mereció el premio Nobel.

Quizás en esta ocasión las implicaciones no sean tan revolucionarias –por ahora- pero el grado de dificultad tecnológica es astronómicamente superior.

Las ondas gravitacionales son perturbaciones del propio tejido del espacio-tiempo que Einstein predijo en 1916 y que sólo un siglo después, en septiembre de 2015, pudieron ser detectadas por LIGO, un par de gigantescos dispositivos ultrasensibles de interferometría láser localizados en dos extremos de Estados Unidos.

Pero en el caso de LIGO y otras detecciones posteriores en los últimos años, las ondas provenían de colisiones específicas en cada caso y venían por tanto de una dirección determinada, de tal modo que se podían localizar los masivos objetos que se fusionaron violentamente, ya fuesen agujetos negros o estrellas neutrón.

En contraste, la detección anunciada la semana pasada es completamente diferente en método, tecnología y resultado. Para empezar, el verdadero “detector” de las ondas no está en la Tierra y tiene el tamaño de nuestra galaxia, la Vía Láctea. Asombroso, ¿no es verdad?  La estrategia es muy ingeniosa y consiste en utilizar púlsares a lo largo y ancho de la galaxia.  Los púlsares son estrellas neutrón que giran muy rápidamente como un trompo y botan un chorro de fotones por los polos, y si el chorro apunta hacia la Tierra en algún instante de su giro, se detecta como un pulso de luz de suma precisión en los radiotelescopios terrestres. Para la investigación utilizaron púlsares con cadencia de 30 milisegundos. Algunos de esos púlsares están en pareja, formando un sistema binario. Se organiza entonces una configuración de púlsares binarios y ahí viene lo duro. El trabajo que sigue es muy dispendioso, toca acumular datos durante años y luego se realiza un procesamiento estadístico extremadamente complicado, pues hay que eliminar todos los ruidos para determinar ínfimas modulaciones que eventualmente sean consistentes con las predicciones teóricas.

El resultado fue la detección de ondas gravitacionales muy tenues que recorren el cosmos en todas direcciones. Advirtamos, puesto que se trata de estadística, que la probabilidad de un falso positivo es ligeramente superior a uno en diez mil. Se supone que el origen de esas perturbaciones del espacio-tiempo son sistemas binarios de superagujeros negros con las masa de millones de soles que suelen encontrarse en la zona central de las galaxias activas y que eventualmente se fusionan. Sin embargo, aún quedan preguntas por resolver y la investigación sigue su curso.

Al que no quiere caldo se le dan dos tazas, dice el adagio. En este caso sí que queremos el delicioso caldo cosmológico, pero de todos modos la segunda taza salió publicada al día siguiente de la primera, de manera sorpresiva. Un equipo que integra a todos los observatorios de China, liderados por el FAST, que es el radiotelescopio más grande del mundo, publicó en la revista en línea Research in Astronomy and Astrophysics los resultados de una investigación similar. En este caso monitorearon púlsares con cadencia de 57 milisegundos durante 41 meses y también detectaron ondas gravitacionales de baja frecuencia, del orden de nanohercios. Aquí la probabilidad de falso positivo es de dos en un millón.

En el plano científico a mí me deja la esperanza de que este método de detección logre pronto la mayor de todas las hazañas: detectar las ondas gravitacionales primordiales originadas en el primer segundo del Big Bang. ¡En el primer segundo! Hasta ahora del Big Bang sólo podemos percibir directamente la radiación cósmica de fondo de microondas que proviene de la época en que se formaron los primeros átomos de Hidrógeno, Helio y trazas de Litio y Berilio, esto es, 380.000 años después del inicio de la expansión del universo. Con la luz no podemos ver más atrás. Pero con las ondas gravitacionales podríamos llegar hasta el propio estartazo universal.

En el plano geopolítico éste fue otro capítulo de la intensa competencia entre China y Estados Unidos por la supremacía científica y tecnológica, íntimamente ligada a la supremacía económica. Una competencia que abarca la inteligencia artificial, la conectividad 5G, la computación cuántica, la fusión nuclear en frío, la ingeniería genética, la carrera espacial y, como acabamos de ver, la exploración de las profundidades del universo observable.

Colofón. Durante décadas el Observatorio de Arecibo, en Puerto Rico, fue el radiotelescopio más grande del mundo con 305 metros. La política anticiencia de la Administración Trump llevó a su ignominioso derrumbe en 2020, tal y como lo narramos en esta columna. Mientras tanto, China construía el FAST de 500 metros de diámetro. En Estados Unidos la ciencia está bajo ataque ideológico por los dos flancos. En China la conducción del Partido Comunista tiene perfectamente clara la importancia estratégica de la ciencia y la tecnología. No me cabe duda que el gigante asiático asumirá el liderazgo mundial en las próximas décadas.

 

 

Noticias científicas: profusas, confusas y difusas

Publicada el 17 de septiembre de 2023

 

La profusión de noticias científicas (o supuestamente científicas) inunda los medios y las redes por doquier. Eso debería ser un buen signo. Aparentemente, esa disparada que se ha pegado el cubrimiento de la novedad científica debería producir ciudadanos más y mejor informados. Y la cultura científica masiva debería estar brillando en todo su esplendor. Lamentablemente el efecto real parece ser todo lo contrario.

En medio de toda esta barahunda noticientífica que viene sobre todo desde los días de la pandemia, lo que ha resultado es que la ciencia se ha visto golpeada en su imagen, al ser distorsionada su percepción y horadado su prestigio por la pésima gestión de la información que hacen los medios de comunicación en competencia con las redes sociales en el nivel más bajo imaginable. Así como lo está leyendo, estimado lector, sostengo que el periodismo está perjudicando a la ciencia y, por tanto, a la sociedad que hoy depende tanto de ella. 

La masificación de Internet cambió las reglas de juego del periodismo. La prensa de papel solía tener en cada país los inevitables tabloides amarillistas, pero antetodo poseían un predominante sector de periodismo serio y prestigioso que cuidaba con celo su credibilidad. El periodismo amarillista no se basaba en la verdad ni en la credibilidad, sino en el morbo, el entretenimiento y la espectacularidad. El surgimiento de las redes sociales y los smartphones de bolsillo generaron un omnipresente mercado de la atención, objeto de una competencia desenfrenada por los clicks, los likes y los “vistos”. La vieja prensa se vio en peligro de extinción y se adaptó al nuevo juego, a costa de mandar para el carajo la seriedad y la credibilidad de otrora. Los grandes medios montaron versiones digitales parcialmente gratuitas, pero saturadas de avisos publicitarios que asaltan al lector, y se entregaron por completo al amarillismo sin tapujos.

En ese contexto las noticias relacionadas con la ciencia, ligadas a lo extraordinario por su naturaleza, resultaron ser una cantera fácil para crear clickbaits (títulos mentirosos que actúan como anzuelos) y convertir lo serio en un número de circo apetitoso para la galería. Lo importante es atrapar lectores, generar comentarios y reacciones cuantificables para vender publicidad, que es la médula del negocio.

Una vez se genera esa dinámica, las propias fuentes de información entran en el juego. Cuando no es que los medios se dejan instrumentalizar por los estafadores, especialistas en descrestar al público y vivir del cuento, entonces se trata de las propias instituciones supuestamente serias que igual buscan ser centro de atención y sacar provecho del rating. Así vemos en estos días el tremendo despliegue sobre ovnis y extraterrestres producido por un revoltijo de protagonistas que mezcla en santa alianza a personajes estrafalarios, negociantes de la mentira, con la NASA, el Congreso de Estados Unidos y el de México. Todos a una, como en Fuenteovejuna, creando falsas expectativas sobre supuestas “pruebas” de visitantes extraterrestres, tan burdos como los meñequitos de las películas “Hombres de negro”. Información confusa y difusa que circula de manera profusa, para beneplácito de toda la industria de la información y la desinformación.

O vayamos a un ejemplo cercano. El periódico El Tiempo se supone que es el medio escrito más importante de Colombia. En la reciente encuesta no aleatoria de Cifras y conceptos aparece como el medio escrito más consultado por los “líderes de opinión”.  Sin embargo, El Tiempo viene cayendo en barrena, principalmente en su versión digital gratuita, publicando todo tipo de “información” basura donde se mezcla lo sobrenatural o mágico con lo que se supone es científico.

Por ejemplo, le dan gran despliegue a las “superlunas” azules, rojas, amarillas, verdes y todavía le falta la luna fucsia. En el origen de la noticia hay un evento astronómico común, pero educar sobre eso no les interesa. Y posiblemente a la masa que los lee tampoco le interesa aprender. Entonces implementan el truco de convertir un evento anodino en algo supuestamente espectacular, con fantásticas connotaciones mágicas y que se presta para rituales de sanación, buena suerte o lo que sea.       

El 6 de septiembre El Tiempo anunció que “científicos descubren planeta similar a la Tierra escondido en el Sistema Solar”. ¡Mentira! No se trataba de un descubrimiento sino de una hipótesis basada en simulaciones de computador. Poco antes, el 31 de agosto, anunciaron que “científicos revelan que el objeto interestelar del Pacífico tiene material extrasolar”. El asunto da un poco de risa, porque es de Perogrullo que si de verdad es “interestelar” entonces debe tener “material extrasolar”. La realidad de la noticia es mucho más parca y vieja. El supuesto objeto no es tal, sino un meteoro detectado en 2014 con una velocidad tan alta que sugiere que podría ser de origen interestelar. Pero nunca se ha encontrado el objeto que El Tiempo asegura puede “cambiar la vida en la Tierra” (dicho en otro artículo el 12 de agosto). Un famoso científico descrestador aprovechó el dato para desplegar una espectacular expedición con bombos y platillos (no voladores) y ahora dice haber encontrado unas esférulas (bolitas) con una combinación de metales poco frecuente que, según él, serían de fuera del Sistema Solar. Y en medio de la perorata suelta frases que inducen a pensar que no sólo son “extrasolares” sino además artificiales, o sea de tecnología alienígena de película. Este mismo científico aparece en otras historietas de extraterrestres. El Tiempo traga entero.

El 16 de agosto El Tiempo titula: “Científicos encuentran partícula del demonio”, pero no se trataba propiamente de una partícula y lo del “demonio” fue un apodo de cuando fue teorizada y ahora cae perfecto para vender publicidad. Y así se la pasan, buscando el lado inserio a lo serio, pues es lo inserio lo que vende. Desafortunadamente esto no es problema exclusivo de El Tiempo, sino una epidemia de amarillismo que se ha apoderado del periodismo científico para mal de la ciencia.

Otras noticias serias han sido mal manejadas, como la de los científicos que “detuvieron la luz”, la del núcleo terrestre que reversó su rotación (falso, es una tergiversación), los rayos gamma del Sol, el muón g-2, superconductores a temperatura ambiente, la duplicación de la edad del universo o la que expliqué más a fondo en la columna Sexo, mentiras y Big Bang.

 

 

¿Señales de vida extraterrestre?

Publicada el 21 de septiembre de 2023

 

La más extraordinaria noticia científica de todos los tiempos se dará el día en que se descubra alguna forma de vida fuera del planeta Tierra. El fascinante tema de la vida extraterrestre se puede estudiar científicamente, a diferencia de lo que hacen los “ufólogos”, que son simples estafadores, como el señor Maussan que convirtió la Cámara de Diputados de México en el hazmerreír del mundo hace pocos días.

La astrobiología es la ciencia que estudia la posible vida fuera de la Tierra y constituye el puente hacia lo que podría llamarse “biología universal”. Por ahora la biología es una ciencia parroquial o doméstica, por decirlo así, pues su campo de estudio es un caso único: la biosfera terrestre y sus 4 millardos de años de historia. Para universalizar la biología el primer paso sería descubrir otra vida en nuestro Sistema Solar, puesto que entonces se podrían estudiar muestras. Y el segundo paso, que quizás podría suceder antes que el primero, es descubrir señales de vida en exoplanetas, que es como se denominan los planetas de otros sistemas solares. Y la buena noticia, amigo lector, es que quizás ya se descubrió la primera señal de vida, pero eso se los comento más adelante.

Primero hablemos de nuestro Sistema Solar. En este vecindario celeste hay varios candidatos a albergar formas de vida. Está el planeta Marte, por supuesto, el más parecido a la Tierra, donde hubo ríos y océanos de agua líquida en otras épocas. El planeta rojo ha sido explorado en las últimas décadas con satélites, rovers con brazos excavadores y hasta con un pequeño helicóptero llamado Ingenuity.   Hasta ahora todo es promesa. La vida marciana, si es que la hay, no está a flor de piel.

El otro vecino es Venus, aparentemente más inhóspito que Marte, por su alta temperatura producida por un efecto invernadero intenso en su densa atmósfera. Sin embargo, es precisamente en su atmósfera donde un equipo de astrónomos utilizando los telescopios ALMA en Chile y el James Maxwell en Hawái, informó en 2020 haber detectado fosfina, que en la Tierra es producida por microbios anaeróbicos. Una de las líneas de investigación de la astrobiología es  el estudio de bacterias extremófilas, capaces de sobrevivir en ambientes extremos. Sirve para tener en cuenta la más amplia gama de ambientes donde puede haber vida. Y la fosfina se detectó en una zona no tan caliente de la atmósfera venusiana, así que el hallazgo parecía prometedor.  Cualquier molécula que sólo pueda ser producida por procesos biológicos se considera un biomarcador o biofirma. Y cuando hablamos de señales de vida nos referimos precisamente a la detección de biomarcadores. Ese era el caso de la fosfina. Entonces se puso en juego una característica de la ciencia: la replicabilidad. Distintos grupos de investigadores intentaron replicar la detección de fosfina en Venus y el resultado fue negativo. El notición de posible vida en Venus se desinfló, resultó ser un falso positivo.

Otros lugares que podrían ser aptos para la vida son los océanos bajo hielo de Europa, una luna de Júpiter, o en los satélites de Saturno, Titán y Encelado. De seguro estos sitios serán explorados en el segundo cuarto del siglo XXI.

El otro frente de búsqueda es mucho más lejano, pero con más opciones: los planetas que orbitan otras estrellas en nuestra región de la galaxia. Desde 1995 se han descubierto más de 5.500 planetas extrasolares utilizando dos métodos, el efecto Doppler y el tránsito o eclipse parcial. Casi la mitad de esos exoplanetas han sido descubiertos por medio del telescopio espacial Kepler. Eso prueba que los sistemas planetarios son muy comunes, por lo que el número de planetas en el universo observable debe ser del orden de cuatrillones. Así que por improbable que sea la vida, hay un buen chance de que exista en muchos lugares del cosmos. 

Aquí es donde viene la reciente noticia que entusiasma a muchos: la detección por medio del telescopio espacial James Webb de la molécula Dimetilsulfuro (DMS) en la atmósfera del planeta hiceánico K2-18b a 124 años luz de distancia (eso es relativamente cerca). Un mundo “hiceánico” es un planeta con atmósfera de hidrógeno y océanos de agua líquida (la palabreja viene de hidrógeno y océano). En la Tierra el dimetilsulfuro es producido sólo por el fitoplancton, así que se le considera un biomarcador, aunque siempre cabe la posibilidad de que sea resultado de un proceso no biológico desconocido. Se necesitaría más de un indicio para afirmar con suficiente seguridad que hemos encontrado vida extraterrestre. Así que la investigación sobre este planeta K2-18b continuará ante la expectativa de científicos y ciudadanos en general.

Hay otros frentes en esta aventura, pero tienen que ver con algo más complejo que la mera vida: la existencia de civilizaciones tecnológicas no humanas. En esta línea de investigación se procura detectar señales en el espacio con características de producción artificial o encontrar en la Tierra evidencias de visitantes alienígenas en el presente o en el pasado. En esta última opción abundan los charlatanes y los falsos positivos, sin que hasta ahora se haya encontrado evidencia contundente alguna. En la primera opción sí predomina la investigación seria, como el famoso el proyecto SETI que se desarrollaba en el desaparecido Observatorio de Arecibo (ver columna). Sobre eso me sucedió una anécdota: cuando llegué a Puerto Rico y dije en la aduana que iba para el Observatorio de Arecibo, el funcionario sonrió y me dijo con sorna: “ah, viene a hablar con los extraterrestres”.

La vida es un fenómeno natural y así como surgió en la Tierra puede haberse generado en otros planetas, quizás con algunas variantes, por ejemplo con otra selección de aminoácidos. Su proceso de formación en la Tierra joven sigue siendo investigado y cada vez estamos más cerca de la respuesta. La hipótesis más fuerte es que se originó en inmediaciones de las fumarolas alcalinas en el fondo del océano. Si el lector quiere conocer más al respecto lo invito a leer en mi blog La mirada del Búho, la entrada sobre el origen de la vida. 

Coletilla: desde esta columna El Unicornio felicita a la física colombiana Paola Pinilla, ganadora del premio Breakthrough por un trabajo en equipo sobre un tema relacionado con esta columna: la formación de sistemas planetarios.

 

 Jorge Senior

 

 

 

     

 

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